domingo, 13 de agosto de 2006

1. La oportunidad del tiempo

Escuché esta frase por primera vez, a mi profesor de historia de segundo de bachiller, el día de la presentación… si el árbol te impide ver el bosque, aléjate unos pasos de él, y lo verás. La verdad es que disfruto con esta ilustración, porque no habla de que debamos cambiar de punto de vista, en el sentido de movernos en el espacio, como sería, para el caso, retroceder sobre tus pasos, sino que habla de movernos en el tiempo, como sería avanzar por el transcurso de los años. Como ya habíamos advertido tan solo somos un punto en la inmensidad del universo y desde un punto no se pueden dibujar muchas perspectivas, más bien solo una. De otro modo sería como pretender adoptar muchas posturas, a cada cual más cómoda, al dormir sobre un alambre. Pero tú sabes que sólo hay una, la que guarda el equilibrio.

Dicen que el mundo es un pañuelo, y pienso que es verdad, pese a que nos parece tan grande cuando lo vemos con los pies en el suelo. Porque lo cierto es que las distancias no supusieron jamás una barrera. Si no indaguen acerca de Alejandro Magno, o de Anibal, o Pizarro, o Napoleón, a ellos como a tantos otros jamás lo detuvieron unas millas, ni escarpadas cordilleras, ni caudalosos ríos, ni paramos desiertos, ni selvas tropicales, siquiera mares. En cambio, comprobamos que es el tiempo, o el paso de él, aquella barrera inexorable que es capaz de separar al conquistador más atrevido de su enemigo, o en su sentido más contrapuesto, al amor más deseado de su cariño y así entre tantas otras cosas…

Hasta aquí pareciéramos muy pesimistas, pero teniendo en cuenta la condición humana, el tiempo es sobre todo una oportunidad. Aunque uno pensaría, que mejor de no existir, porque habría la oportunidad de poder volver a aquel instante de su vida que salió mal. Pero con semejante condición, la tuya, mía y de todos, lo único que íbamos a lograr sería repetirla y esculpir más honda su señal, y esto nos debería sonar, porque aun con la experiencia que nos transmite el tiempo, la historia se repite generación tras generación. Entonces, puesto que está visto que la experiencia que ofrece el tiempo es insuficiente para superar el problema que supone nuestra condición pecadora, la oportunidad del tiempo debe estribar en algo distinto, entendemos que en el olvido.

En efecto con el transcurso de los años vamos descubriendo que la experiencia que adquirimos con la vida no es la panacea a nuestros males. En cambio repetimos los mismos errores e incluso inventamos otros nuevos. Por lo tanto para poder proseguir se ve necesario olvidar. Pero cuidado, hay varias clases de olvido, y en este caso hacemos referencia a uno responsable. Y un sinónimo acertado para que nos entendamos sería, relegar o desterrar, es decir dejarlo allí donde no estorbe a la consecución de la carrera que es nuestra vida. Pero esto que se escribe con pocas palabras no nos es fácil, puesto que el pecado está dibujado muy hondo y ninguna práctica religiosa ni filosofía lo ha logrado borrar. En cambio en la Escritura sí encontramos la solución secreta a este mal, es más, allí podemos leer experiencias semejantes a estas… «Olvidando lo que queda atrás me extiendo a lo que está delante.»

Jesucristo hablando Profecía acerca de los últimos tiempos, sobre la abominación desoladora colocada en el lugar santo (el que lea entienda el misterio, Mateo 24 y libro de Daniel 8 y 12) advierte al hombre para que huya de ella. Y dice en el mismo contexto «Y si aquellos días no fueran acortados nadie se salvaría, pero por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados.» Y aunque esto habla de acontecimientos aun futuros, aunque ya muy cercanos, en efecto hoy y siempre, en términos morales lo más que puede adoptar el hombre acerca del bien y del mal es una actitud en su corazón, la de huir del mal. Ahora bien, ninguna retirada ganó alguna vez una guerra. Y por otro lado las Escrituras dicen que el que falla en un solo mandamiento de la Ley es culpable de toda ella. Así que no hay que ser muy agudo para ver que libramos una batalla desigual, que además está abocada a la derrota. Pero por causa de la manera en que Dios amó al mundo, entregó a su Hijo Unigénito para que todo aquel que en Él crea sea salvo. De modo que los días de derrota y desolación son cortados de raíz a la vez que se establece un tiempo de Gracia en el nombre de Jesucristo.

Os leeré otro misterio al caso de esto último (Romanos 4): «Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades han sido perdonadas, y cuyos pecados han sido cubiertos. Bienaventurado el hombre cuyo pecado el Señor no tomará en cuenta.» Estos son los que viven en el día de la Misericordia de Dios. Pero he aquí un dilema, si perdonar requiere olvido y olvidar precisa tiempo, pero Dios es eterno, cómo olvidará nuestro pecado. Lo cierto es que más que olvidar, los ocultará, lo cual es mejor aún. Porque de caer otra vez refrescaría su memoria y recordaría tu pasado, en caso de estar sujeto a tiempo. Pero gracias a la sangre del Cordero derramada en la Cruz por tus pecados, ocultándolos, puedes ser salvo una vez y para siempre y así poder extenderte a lo que está delante sin la carga del pasado, y decir que ni la del presente ni tan siquiera la del futuro. Puesto que Dios es eterno su olvido es eterno y para nada le limita la dimensión temporal en que vivimos.

Por otra parte el tiempo que nos toca supone una buena bendición, los recuerdos del pasado, porque diría que hay recuerdos más preciosos que los mismos hechos, que aquella misma cara, o que aquellas señaladas palabras. Así que si no fuera por el tiempo los hechos jamás llegarían al rango de historia. Aunque, todo hay que decirlo, hay acontecimientos que pasan a la historia, pero no precisamente en su buen sentido; nunca dejarán de ser una simple anécdota o una triste historia. En cambio, veréis, hay cosas que suceden y ya sabes que quedarán marcadas en el recuerdo, como se suele decir, tienen reservada una página en la historia, aun cuando como quien dice hayan sucedido ayer. No obstante, pudiera ser que fuera demasiado pronto para ver el bosque en todo su esplendor, y comprender todos los detalles que lo rodean. Para el caso, hay quienes dicen que hubiese gustado ver aquellos acontecimientos con sus propios ojos, vivir otra época más singular, sin caer en la cuenta que de ser así, habrían pasado detalles por alto. Pero ahora, podemos ver las cosas pasadas desde la perspectiva del presente, cuando el tiempo recorrido a sacado a la luz la verdad y como quien dice le ha sacado brillo, de la misma forma que un río arrastra el barro y deja a la vista la roca y aún a ésta la pule.

Esto es muy importante, aunque suene de Perogrullo, porque no podríamos mirar hacia delante, sino tuviéramos donde mirar atrás. De la misma manera que yo no podría escribir acerca de estas fascinantes promesas, para quiero desear que tu futuro, si no tuviera donde anclarla a algún hecho irrevocable del pasado, en efecto y sobre todo la resurrección de Cristo de entre los muertos.

“si este plan o acción es de los hombres, perecerá; pero si es de Dios, no podréis destruirlo; no sea que os halléis luchando contra Dios.” Gamaliel, maestro de la ley, judío, siglo I d.C.

Un saludo.