miércoles, 11 de abril de 2007

Mudanza

En 23 años para 24, puedo contar tres mudanzas de vivienda, y con ésta una de blog, la cual no cuenta. El caso es que en aquellas mudanzas pude embalar muchas cosas dentro de cajas sobre las cuales escribí todo tipo de descripciones… salón, vajilla, frágil, cuidado, no apilar… nada que alguno no haya hecho o visto.
Y entre tanto, sin darme cuenta, durante todo este tiempo en esta cabeza que tengo por caja, hemos embalado muchos pensamientos que al igual que las otras han sido de todos los gustos y colores… tampoco nada originales, nada que ninguno se haya planteado, ni con más cuidado, no olvidar, frágil, importante, que los de cualquier otro… pero al menos, eso sí, con el apelativo de Fran, es decir personales y algunos difícilmente transferibles.



No obstante, si hay una cosa o cualidad que me maravilla del ser humano es la capacidad que Dios le ha dado de poder otorgar identidad a los sonidos para comunicar sus pensamientos.
Si se pudiera decir así, cada vez que balbuceamos unos sonidos o grabamos unas letras estamos desembalando nuestros pensamientos. Pensamientos que al fin y al cabo son palabras que un día oímos y embalamos en nuestra mente.

Y en toda mudanza existen algunos enseres prioritarios que desembalar, como pueden ser la cocina, los platos, las camas, sabanas, mantas y tal. En cierto sentido estos son lo primero y todo lo demás cosas secundarias, pero que con tiempo igualmente van tomando su lugar en la casa. También es verdad que a veces en el transcurso de nuestra mudanza nos entretenemos demasiado con esto ultimo, y tenemos el típico caso de un sueño incomodo porque la habitación aun no es confortable, o un mal desayuno porque la cocina aun no es operativa. Esto se sufre especialmente cuando nos dedicamos al tonto, aunque extrañamente adictivo, juego de explotar burbujas de plástico o a peleas con bolas de papel de periódico. Ya me entienden.

Si lo miramos de cierto modo cada día vamos amueblando nuestras vidas con los pensamientos que vamos desembalando, ya fuere por nuestra boca o por nuestras manos, es decir con palabras escritas o con hechos. Lo cual nos debería llevar a preocuparnos que huecos de éste, nuestro hogar, estemos llenando.
Me pregunto: ¿Son lugares vitales? Como a modo de ejemplo la cocina o nuestro lugar de descanso. ¿O por el contrario estamos perdiendo demasiado tiempo en explotar burbujas de plástico o llenar habitaciones con bolas de papel? No quiero decir que esto sea malo, pero siempre y cuando no descuidemos las estancias principales. Y aun así hemos de amueblarlas con sabiduría. Porque imaginaos (perdonad el ejemplo jeje), por muy excéntrica que sea la decoración hoy día, no es nada útil colocar un microondas en el lugar del bidé, porque pese a que en ambos se hacen huevos al baño maría, no se hacen con el mismo fin. Ya me entienden.

Por tanto, y ahora hablando en serio, del mismo modo en que hemos sido consecuentes con nuestras casas, seamos consecuentes con nuestras almas. Decía Claude Bernard, y es mi frase favorita, que el que no sabe lo que busca, no entiende lo que encuentra. Y creo que ésta es una respuesta lógica al motivo de porque a veces nos sentimos tan vacíos. Es decir, que tengamos una cocina inútil, una cama insoportable y un baño inoperativo, aunque entre tanto tengamos un gran salón de juegos. Amueblamos nuestra vida, pero la amueblamos mal. Buscamos con que llenar nuestra vida, pero buscamos mal, porque buscamos lo que no sacia pese a que no cesamos de desembalar pensamientos.

Entonces aquí cabrían las palabras de Jesús: "Busca primero el Reino de Dios, y las demás cosas serán añadidas." Porque nuestros pensamientos no son los pensamientos de Dios. Porque Él solo desea el bien para nuestras vidas. Por tanto acerquemonos a Dios y Él se acercará a nosotros.

Un saludo :)