sábado, 13 de junio de 2009

Departures, el fin de todo hombre

Daigo, con su cuerpo apoyado en el pretil, miraba apesadumbrado desde lo alto del viejo puente la corriente de agua que descendía incansablemente, aunque sin excesiva fuerza; sólo la suficiente a esa altura, donde los pilares del puente aceleraban la corriente, como para presentar un serio obstáculo a los tercos salmones que trepaban aguas para arriba, mientras otros, ya cadáveres, se dejaban arrastrar.

¿Salmones? – Dijo un señor mayor que pasaba y cuya cara le era conocida.
– contestó Daigo, con esa peculiar cortesía japonesa. A lo que el viejo reaccionó acercándose a mirar.
Están juntos a las rocas… por ahí – señaló efusivamente Daigo, como sólo un japonés sabría hacerlo.
¡Vamos, tú puedes, tú puedes! – Le arengaba el viejo.
Es un poco triste ir contra el río sólo para morir – Inquirió con apatía Daigo mientras guardaba sus manos en los bolsillos de su grueso abrigo – ¿Para qué trabajar tan duro si de todas formas morirás?
Estoy seguro de que quieren regresar a su lugar de nacimiento – Sentenció el viejo, dio media vuelta y se marchó sin darle más importancia, dejando a Daigo en su estado taciturno mientras se volvía a mirar a los peces, sólo que ahora como si fuera uno de ellos que ya ha regresado al hogar.

Tres días he tardado en ver esta película. Departures un film japonés ganador en 2008 al Oscar a mejor película de habla no inglesa. No fue el hecho de estar subtitulada, ni sus 131 minutos de metraje, aunque esto ayudó, sino el incomodo compromiso de acostarme antes de las 12 para estudiar para el último examen de la carrera. Iba a un cuarto de película por noche cuando hoy finalmente la acabé de ver tragándome el de mañana. Me lo zampé porque como diría el jefe de Daigo a la pregunta ¿está rico? – Sí lo está… “ñam” …tristemente. Pero es que si vas hacer algo que tiene que a acabar, mejor que esté rico, y éste largometraje, metafóricamente hablando, lo estaba. – ¡Por cierto! Hablando de comida, también llegué a la conclusión de que no hay nada más desagradable que ver a un japonés comer, aunque también es cierto que nunca había visto a nadie disfrutar tanto comiendo y hacer tantas muecas a la vez. Me pregunto – ¿serán todos los japoneses así?

Y es que aunque la película gire en torno a una funeraria, y aparezcan no uno, sino varios cadáveres, lo más desagradable que verás será a un japonés comer – eso te lo aseguro. Bromas aparte, ironías de la historia, como de la vida, será la dualidad vida y muerte, lo que la Biblia llama la casa del banquete y la casa de luto, lo que la convierte en más que una emotiva película.

Mejor es ir a la casa del luto que a la casa del banquete, porque aquello es el fin de todo hombre, y al que vive lo hará reflexionar en su corazón.” Eclesiastés 7:2

La palabra crisis en japonés (危機 = kiki) oí hace algún tiempo está compuesta por los caracteres 危 = “peligro” y 機 = “oportunidad” y pensé – qué curiosa definición para éste concepto. Tal vez la oportunidad en el peligro esté en evitar el riesgo del daño, y el peligro que hay contenido en la oportunidad esté simplemente en dejarla pasar. Complicado de analizar porque mires por donde lo mires no hay de donde sacar beneficio, salvo que el beneficio sea salvar un perjuicio, y aun eso no es estrictamente algo positivo, sino más bien neutro. Pero aún eso no es siempre posible ¿verdad? y así sucede con lo que es el fin de todo hombre.

Con todo, el proverbio como la película, nos descubren que el trauma de la muerte se sutura con un corazón que reflexiona y no se queda indemne ante el dolor. Tal vez como en pocos casos la oportunidad de la muerte esté en permitir que el peligro nos alcance y suframos el daño que nos haga sentir que estamos despiertos y que la vida que vivimos, la hemos vivir de la única manera que merece ser vivida. Como diría Albert Einstein, sólo una vida vivida para los demás merece la pena ser vivida. Porque si vas hacer algo que se tiene que acabar más vale que esté rico. Ya es demasiado triste que se acabe.

Aunque en este caso la metáfora de la comida se queda corta. Si no es que aún no hemos reflexionado lo suficiente en nuestro corazón. Y lo triste sería pensar que no hay nada más allá de la muerte.

Vivimos en crisis y no la que azota nuestra economía, si no en el peligro de partir de este mundo sin esperanza, sin fe, sin amor, sin Dios y cada día en cambio es una oportunidad. Una oportunidad animada por el único hombre, Dios hecho hombre – Jesús, que venció a la muerte.