lunes, 26 de marzo de 2007

Vandalismo memorial

¡Vandalismo! Curiosa palabra, sí. Por lo poco que he podido averiguar ésta palabra viene de un pueblo bárbaro germánico, cuyos habitantes eran conocidos como vándalos, quiero decir como los vándalos, ya que su destructivo estilo de vida precedió a su nombre y no al revés. Es decir, como al contrario suele suceder con las palabras, en este caso el significante precedió al significado. Significado que según el DRAE dice: “espíritu de destrucción que no respeta cosa alguna, sagrada ni profana.”

Por cierto, el término lo acuñaron los romanos, evidentemente. Porqué no iban a ser los propios vándalos quienes se iban achacar tremenda fama, porque así no hay comunidad de vecino que te acepte. Nosotros tenemos el ejemplo de los de Lepe, claro está, las connotaciones son bien distintas, y además, el tiempo ha demostrado que su fama, mala o buena, depende de cómo se mire, en ningún caso les ha perjudicado, sino al contrario. De hecho, quien sabe, pero hasta puede que llegue el día en que lepero se ligue a cierto ejemplo de virtud.

Pero en fin, lo que está claro es que con la palabra vándalo no ha pasado, ni va pasar nada de eso. No obstante, sutilmente, el significado de la palabra ha ido perdiendo fuerza a medida que otros términos, como tolerancia, que siempre han sido de domino universal, han ido desplazándose a extremos partidistas.

De esta manera, se ha logrado encasillar la palabra vandalismo dentro del cajón “no respeta alguna cosa”, cuando bien estaba en el cajón que reza: “no respeta cosa alguna”, es decir, nada. Entendéis la diferencia, ¿verdad?

Urbano, monumental, medioambiental son palabras que con más o menos frecuencia acompañan a nuestra curiosa palabra con la intención de vincular los efectos a una única causa, jóvenes sin consciencia social, personas sin escrúpulos y tal. Pero todo lo útil que se sugieren para aclarar y distinguir, de nada sirven, si olvidamos que dentro del vandalismo cabe mucho más. De modo que el vándalo no es solo aquel muchacho que revienta buzones o quema papeleras, sino cualquiera que no respeta a algo o alguien, sea sagrado o profano.

Así que para el caso, el adjetivo del título de este tema , vandalismo memorial, tiene el objeto de recordar una cosa más dentro del cajón, que sin desdeñar las demás, resulta mucho más sustancial en nuestra actualidad.

Claro qué ahora las personas a las que se les aplica el título de vándalos memoriales no son los clásicos bárbaros pelopinchos, desgreñados o niñatos, sino que han venido a ser, los propios romanos, es decir, aquellos mismos que fardan de ser los más civilizados, cosmopolitas y progresistas individuos, que en todo caso, a su juicio, resultan transgresores. Como si eso fuera algo bueno cuando mancillan, es decir, violan, ensucian, deshonran, ultrajan, ofenden la memoria histórica no solo subjetiva (la cual siempre estará abierta a debate), sino lo que es más grave, incluso la del pasado. De modo que transforman en nombre del arte, al estilo del ministerio de la verdad del libro de 1984, de George Wells, nuestra historia.

Y es que al parecer no solo “el que controla el presente controla el pasado”, sino que ahora basta con un pincel o una Nikon en la mano y a un necio como consejero de cultura, para reescribir al antojo del “artista,” y a costa de los contribuyentes, el pasado. Es el caso de JAM Montoya, autor de las irreverentes fotos de temática cristiana, que quiso ser artista y se quedó por el camino a la altura de un vándalo, de alguien que no respeta ni lo sagrado, ni mucho menos lo profano, o... ¿acaso pidió permiso a los contribuyentes en general? ¿o a los católicos? ¿o a los protestantes?

Para más información, véase los siguientes enlaces:

martes, 20 de marzo de 2007

2. La sed de felicidad

En cierta ocasión reunido el concilio judío y el sumo sacerdote del templo para juzgar y castigar a los apóstoles porque predicaban «todas las palabras de esta vida,» oyendo la defensa de los Doce «se llenaron de odio y quisieron matarlos.» Pero levantándose un hombre llamado Gamaliel, miembro muy distinguido del concilio y maestro de la Ley, recordó al concilio que en otros tiempos se levantaron hombres quienes pretendieron ser alguien, pero perecieron porque no venían de parte de Dios, así llegó a la conclusión: «si este plan o acción es de los hombres, perecerá; pero si es de Dios, no podréis destruirlo; no sea que os halléis luchando contra Dios.» (Hechos 5:17-42)

Una encrucijada, es el punto donde se encuentran dos, tres o más caminos. Así se entiende visto desde la perspectiva de un observador objetivo, esto es, de alguien que no camina por ninguno de ellos. En cambio, para el caminante que anda por uno de ellos una encrucijada es el punto donde su camino se bifurca en otros dos, tres o más caminos. Ésta en cambio sería la definición digamos, subjetiva y por tanto, la más dramática, porque entramos a formar parte del cuadro.

Por muy bueno que pudiera ser uno contando historias, describiendo paisajes o expresando sentimientos ni de lejos, querido amigo, podrías llegar a sentir las sensaciones que tales experiencias me provocan. Cuánto menos ibas a poder, aclarar, puntualizar o profundizar más allá de mis palabras, siempre cortas y escasas. Por este motivo es que me he decidido a escribir este ensayo, para que ésta encrucijada no la entiendas sobre un mapa, como el camino que otros marcan; sino sobre el camino que tu andas. Porque como escribió el poeta sevillano Antonio Machado: «caminante no hay camino, se hace camino al andar.»

El tiempo pasa inexorable, y podríamos decir que cada grano de arena que cae en el reloj es el eco del polvo que levantan tus pies al caminar. Aun cuando nos negamos a caminar, a tomar decisiones y solamente pareciese que nos dedicáramos a observar sin aparentemente comprometernos con nada ni nadie, el tiempo pasa invariablemente y por tanto damos pasos, de manera que quizás, sin darnos cuenta, estamos cruzando encrucijadas y tomando caminos, que de saber que no son todo el cuadro sino el fondo y nosotros el protagonista del mismo, jamás habríamos tomado.

Pero pongamos que no somos de esos; -claro, claro, yo no… que va… sino que nos gusta conducir, digo… caminar. Podemos elegir las encrucijadas ¿no? al menos se supone, sí, pero no obstante hay encrucijadas por las cuales todos en esta vida hemos de pasar, por mucho que como hemos dicho las queramos evitar. Y una encrucijada común, sino la más común es: ¿cuál es el camino que conduce a Dios?

Sí, probablemente no te la hayas tropezado con ese mismo nombre, pero estoy seguro que a tu entender o formas de interpretar la vida, no una, ni dos, sino muchas, te has visto en la vicitud de buscar el camino que conduce a Dios. Por ejemplo, cuándo simplemente te preguntas qué me hace más feliz, cuál es el propósito de mi vida,… inconscientemente sí, pero ahí te preguntas ¿Cuál es el camino que conduce a Dios? Veamos…

Si buscas amor, buscarás la persona que más feliz te haga; si buscas comodidad, buscarás la postura más cómoda; si buscas bienestar, buscarás la mejor relación calidad/trabajo; si buscas… y así sucesivamente y probablemente nunca acabes de buscar, porque esa no son todas las cosas de la vida. En efecto, nada de eso confiere plenitud a la vida, pero es la búsqueda de ella la chispa que enciende el motor de la vida, la razón que hace que te levantes cada mañana, y la convicción de que decidas que todo merece la pena.

Como todos, buscamos aquello que lo llene todo en todo. Pero somos seres personales, no impersonales, y por lo tanto lo indefinido no nos puede completar, por el simple hecho de que no podemos establecer una relación interpersonal con eso, porque una es la gloria de las cosas materiales, y otra la de los seres vivos, y entre ellos una la de los hombres y otra la de los animales.

Sin saberlo, tu buscas a aquel que lo llena todo en todo, a aquel que es todas las palabras de esta vida, a aquel que te hace sentir bien, que te da la paz. Buscas a una persona, no a una cosa, pero qué digo, más que a una persona tú buscas a la Persona, la persona de Jesús. Porque aun cuando podemos mantener relaciones personales con los hombres, sean amigos, amigas, esposa o esposo, hijos o hijas,… los mismos no nos pueden completar porque tienen las mismas deficiencias que anhelamos saciar. Entre otros motivos, por eso es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres.

Henry Scougal dijo una vez que el valor y la excelencia de un alma se miden por el objeto de su amor. En función de adonde apuntes, tu excelencia o valor se verán incrementada en la medida que la diana que fijes como objeto de tu amor te supere. En el caso de que apuntemos a tierra, los bienes materiales no nos van a aportar nada. Y en el caso de que apuntemos al horizonte, los seres humanos tampoco nos vamos aportar grandes valores, aunque en comparación con los materiales serán significativamente muchísimo mayores. Pero solo en el caso de que apuntemos a Dios podremos experimentar la sublimación de una experiencia de vida verdaderamente satisfactoria. Porque una es la gloria de los hombres, y otra la gloria de Dios, la cual es infinitamente más excelsa. Pero no por eso incompatible, porque no olvidemos, Dios se hizo hombre en la persona de Jesús para que pudiéramos establecer una relación interpersonal consigo. Es por medio de la Obra de la Cruz en expiación por nuestros pecados y su resurrección de entro los muertos que esto es posible.

En ese sentido, Jesús es el camino que conduce a Dios, Jesús es la alegría y todas las palabras de ésta vida. Y tu sed de felicidad la oportunidad de encontrarlo. A menos que te conformes con poco, porque como diría Claude Bernard, el que no sabe lo que busca, no entiende lo que encuentra.

Probablemente estás en una encrucijada, y no sabes que camino escoger, sólo que no te llenes de odio y quieras callar esta posibilidad. Ten libertad y comprueba por ti mismo si es verdad, no juzgues lo que tus pies no han pisado, porque si no viene de parte de Dios ten por seguro que perecerá, pero si en efecto este es el camino a Dios no lo podrás destruir.

"Porque nada podemos hacer contra la Verdad, sino solo a favor de la Verdad."

Un saludo.