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lunes, 19 de enero de 2009

La vanidad de los dioses

La siguiente entrada es una adaptación de un trabajo de fin de curso de la asignatura de libre configuración de la Universidad de Sevilla, Teología I, sobre el tema tocado en el artículo de Manuel Guerra Gómez.

Pablo en su carta a los Romanos 1:19-23 dice: “…lo que se conoce acerca de Dios es evidente dentro de ellos, pues Dios se lo hizo evidente. Porque desde la creación del mundo, sus atributos invisibles, su eterno poder y divinidad, se han visto con toda claridad, siendo entendidos por medio de lo creado, de manera que no tienen excusa. Pues aunque conocían a Dios, no le honraron como a Dios ni le dieron gracias, sino que se hicieron vanos en sus razonamientos y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se volvieron necios, y cambiaron la gloria de Dios incorruptible por una imagen en forma de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles.” Este conocimiento del que habla Pablo al principio de la cita es el referido al qué es Dios, o como dice Tomás de Aquino al conocimiento difuso o general acerca de Dios que todos tenemos. Pero de ninguna forma al quién y cómo es Dios.


Entre los muchos testimonios que podemos leer en las Escrituras, hay uno que de una manera singular resalta el contraste entre aquel conocimiento que decíamos superficial y uno cercano que llega a “conocer” a Dios. Nos referimos al testimonio de Job, 42:5-6He sabido de ti sólo de oídas, pero ahora mis ojos te ven. Por eso me arrepiento en polvo y ceniza.” Esta actitud de “arrepentimiento” es la señal inequívoca que la Biblia reconoce como la división entre una religión vana y una divina; pero esto vendrá a colación más adelante.

En efecto como dice Manuel Guerra Gómez en su artículo:De ordinario es totalmente fácil saber que Dios viene, o sea, existe y actúa.” Pues podemos saber que Dios viene, porque como dice Pablo, Él nos lo hizo evidente. Y este evidente nos habla que Dios le ha otorgado al hombre el don de unas cualidades con las cuales, al menos, distinga que Él está ahí; tanto en un sentido trascendental como inmanente. Es decir, una compresión de que Dios efectivamente está por encima de nosotros, pero que también está cercano y se le puede comprender por medio de lo creado, donde se observa una causalidad que apunta al Creador. Así como en la misma alma humana, que sin ser parte de Dios, inequívocamente tiene la firma del soplo que le dio vida, la eternidad. Como diría A. N. Wilson (según cita de John Stott): “Aunque descarto cualquier lealtad religiosa formal, que desprecio como esa combinación moribunda de superstición y engaño, con todo reconozco que hallo fuertes impulsos religiosos dentro de mí y sentimientos de humildad indescriptible ante el misterio de las cosas.

Ahora bien, la propia palabra religión, entendida como el acto humano de religarse a Dios, o lo que es lo mismo volver a unirse con Dios, ya denota que la existencia de Dios y su conocimiento, difuso o general, por el hombre es la base de la religiosidad. Pero además, y lo que resulta más evidente, es la existencia de una barrera de separación entre el hombre y Dios lo que impulsa al primero alpracticar la religión con el fin de acercarse a Dios. Esta barrera es la que la Escritura denomina como la Muerte.

En otras palabras, la religiosidad en el hombre nace de la sed de Dios y a su vez, por paradójico que parezca, de su incapacidad de saciar dicha sed. Pues en efecto el hombre es religioso por naturaleza, la misma naturaleza que se ha demostrado ineficiente durante siglos para reconciliarse con Dios, y en efecto con el ser humano mismo. Siendo el germen de la religión vana que enfoca las posibilidades en el hombre.

Como dice M.G.G. “el hombre es capaz de descubrir Las huellas de la Bondad, Belleza, etc., divinas, impresas en el universo y en el hombre mismo.” Y esto es cierto, el hombre puede descubrir cosas, a las cuales rápidamente les ponemos el apelativo de nuevas, pero en cambio no puede hacer cosas nuevas, salvo las posibilidades que le permiten sus descubrimientos, pero por tanto al fin y al cabo no crea nada nuevo. En cierta ocasión leía una cita de Eliezer S. Yudkowsky que dice así: “Usted no puede escribir un cuento en el que uno de los personajes sea más listo que usted; por definición, si usted supiera lo que ese personaje haría, usted sería tan listo como él.” Por el mismo razonamiento llegamos a la conclusión que el hombre no puede hacer una religión, ni una ley, ni una serie de dogmas, que le puedan acercar a Dios, pues si así fuera, nosotros seríamos tan dioses como Dios, sin haber llegado si quiera al error del ateo.

Y es a esta altura del pensamiento donde Pablo libera todo su temperamento y exclama: “no le honraron como a Dios ni le dieron las gracias.

Cuando hablamos de la gloria de Dios, nos referimos a todo lo que Dios es. Sus atributos invisibles, su eterno poder,… Cuando el hombre intenta religarse con Dios en efecto cambia la majestuosa gloria de Dios y la amolda a su gloria humana y corrompida para hacerla factible a sus conocimientos y esfuerzos por hallar a Dios.

Sin duda la sed de Dios en las criaturas es algo que debe agradar al Creador. Pero no como esa iniciativa propia de descendientes de Caín, que traen ofrenda a Dios del fruto de su tierra que en ningún modo agrada a Dios (Génesis 4:3-5). En cambio, sí esa actitud de humildad y fe propio de Abel (Hebreos 11:4).

Observando ésta dicotomía creo que estamos en lo cierto cuando hablamos de una religión que agrada a Dios y otra que no o es vana. Y sin duda la Palabra de Dios lo deja bien claro en Santiago 1:27La religión pura y sin mácula delante de nuestro Dios y Padre es ésta: visitar a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones, y guardarse sin mancha del mundo.

Pero creo que erramos cuando precisamos a definir una religión formal cristiana como fuente para saciar la sed de Dios. Pues sobre todo lo anterior está “Jesús, el mediador de un nuevo pacto, y la sangre rociada que habla mejor que la sangre de Abel.” (Hebreos 12:24), sobre lo cual no tenemos nada más que añadir, porque como exclamó en la Cruz: ¡Consumado es!

Honrar a Jesús y darle gracias y arrepentirse en polvo y ceniza; sí es de alguna manera ortodoxa toda la definición de religión cristiana. Pues tan sólo es el acto de contricción y humildad de reconocer que la reconciliación con Dios es únicamente por medio de Él mismo, y de nadie más. Porque pensar otra cosa, o añadir algo más sólo sería lo que el mismo Pablo nos advierte: cambiar la gloria de Dios.

En efecto esto sucede de muchas formas, tal vez tantas, como popularmente se suele decir, personas hay en este mundo. Pero quizás la forma más peligrosa; el ateísmo militante, es la única bajo la cual el hombre pretende demudar toda la gloria de Dios. Y sin embargo no deja de ser una práctica religiosa, pues existe una pretensión de relación con Dios; opositora, pero relación. Ya que es una experiencia de doble vínculo. A estas alturas el ser humano cambia la gloria de Dios por la nada; desdeñando en el camino toda su humanidad. De modo que el único calificativo que nos ligaba a Dios y contenía nuestras perversiones, criaturas de Dios, ha sido desechado. Sucumbiendo como dice la escritura y recuerda M.G.G, a la tentación “seréis como dioses.

miércoles, 7 de enero de 2009

Pasado, presente y eternidad

Todo esto nace de las reflexiones de C.S. Lewis en su libro “Cartas del diablo a su sobrino.” que me propuse leer después de la recomendación de Lux.

Aunque ésta debió ser una de esas entradas para publicarlas antes de fin de año y firmáramos entonces alguno de esos famosos propósitos para el año nuevo, espero no obstante que la utilidad de la presente reflexión pueda, si cabe, ayudarnos a enfocar nuestros sueños hacia donde debemos dirigirlos.

El Universo es lo suficientemente variado como para mantenernos en la expectativa de esperar algo nuevo y lo suficientemente ordinario o rutinario como para no distraernos de nuestras obligaciones. Y en cambio nos hemos conformado a un estilo de vida que no nos permite disfrutar de lo uno como de lo otro.

Cada día el cielo nos brinda una obra de arte nueva, pero somos incapaces de maravillarnos diariamente por la novedad que esconde la cotidianeidad del firmamento. Así mismo, la mayoría vivimos la semana a la expectativa de que llegue el viernes; cuando al fin y al cabo sólo repetimos lo mismo que hicimos el fin de semana pasado. Y entre tanto el tiempo pasa, entre segundos nuevos pero tan ordinarios como los pasados, y los que están por venir.

Vivimos la vida en el futuro, despreciando el pasado, mientras esperamos que pase de una vez por todas el presente. Expectantes a los cambios que nos depara el mañana en tanto paseamos desilusionados antes los cambios que se suceden en nuestro presente.

Por tanto llega el año nuevo y parece que todo y todos se confabulan este día para que disfrutemos de la experiencia más novedosa del año; pero que a su vez se ha convertido en la más ordinaria y cotidiana de las tradiciones. El caso es que por fin acabó el año, y ahora comienzan lo que parecen doce meses tan nuevecitos que hasta exclamamos: ¡año nuevo, vida nueva!

Y entonces caemos en la peor estafa de todas. Conformarnos con una única oportunidad al año de empezar de nuevo. Cuando Dios nos enseña por medio de lo creado que en cada día, en cada acto rutinario del Universo, se realiza un estreno que se disfruta sólo si se acepta que hemos de vivir en el presente. Porque las oportunidades para empezar de nuevo se suceden hoy y no mañana.

En resumidas cuentas las oportunidades para empezar de nuevo son infinitas porque no se sujetan a las oportunidades que nos depara el futuro, sino a las resoluciones que escojamos en el presente. Ese lugar del tiempo que como diría C.S. Lewis se encuentra iluminado por los rayos de luz de la eternidad.

Dios quiere precisamente que vivamos el presente con la mirada puesta en la eternidad, agradeciendo el pasado. Pero la eternidad no es lo mismo que el futuro. Porque de ser la vida un paseo, el pasado quedaría ilustrado como las huellas dejadas atrás; el presente allí donde en estos mismos momentos pisan tus pasos y la eternidad el tramo que un día ciertamente andarás. Y el futuro solo es ese pequeño tramo de incertidumbres entre nuestro presente y eternidad.

Por tanto, mientras que la eternidad y el futuro son cosas que en una línea temporal están por delante, la eternidad en cambio es visible desde el presente; aunque a veces sólo lo sea a través de la fe. Así por ejemplo a la eternidad le concierne la muerte; y al futuro lo que comerás mañana.

Y para este año que comienza, si es cierto que podemos decir que como futuro no sabemos lo que nos deparará, por mucha fe que tengamos; más cierto es, que para los que han depositado su fe en Jesús, podemos decir que pase lo que pase, el perdón y la gracia de Dios siempre estarán ahí.

¡Vive el presente sin olvidar lo eterno y da gracias por el pasado! Porque la vida es una maratón de cambios continuos, no un sprint de cambios fulminantes. Donde cada segundo, pero en especial el presente, es tan bueno como cualquier otro para dar el pistoletazo de salida y empezar a luchar por un nuevo cambio. Porque de partir hoy de este mundo de nada valdrán cuan grandes cambios planeábamos hacer con nuestro Yo futuro. Dios va a juzgar nuestro Yo presente, no el que estamos dispuestos a ser, pero en el futuro.

domingo, 6 de enero de 2008

Las tres cosas más difíciles

Benjamin Franklin debió ser uno de esos tipos a los que les gusta compilar en pocas palabras algo profundo y cierto; que no verdad, por cuanto no tiene porque ser exacto. Y es que los dogmas humanos, sean de quienes sean, siempre son subjetivos; es decir, basados en las experiencias personales del individuo. Por tanto carentes de la condición necesaria y suficiente que conforman la Verdad, que no es otra que el cumplimiento indiscriminado; es decir, pese a nuestras lecturas, interpretaciones, condiciones, circunstancias y puntos de vista.

Pues bien, Benjamin Franklin tenía una frase con la cual puede que no todo el mundo se sienta identificado, y de ahí la introducción, y que decía: “Las tres cosas más difíciles de esta vida son: guardar un secreto, perdonar un agravio y aprovechar el tiempo”

Si B.F. estaba siendo totalmente sincero en el momento en que dijo ésta frase, ella nos habla de cuáles eran sus debilidades. Es decir, las condiciones de su ser que le hacían especialmente frágil frente al chismorreo, el orgullo y la inclinación a permanecer ocioso.


En este caso, es evidente, que la cobardía, o el miedo al qué dirán, no era una de sus flaquezas, antes debía ser todo un valiente o lo suficiente mayor como para no importarle ya lo que pudieran pensar de él. Más teniendo en cuenta que era un hombre dedicado a la política.

Pero la cuestión no son las tres cosas más difíciles en la vida de este hombre, sino las tres cosas más difíciles de nuestras vidas. Pero yo ni tan siquiera me las había planteado seriamente y la verdad, ahora que me pongo a pensar en ello, no sé… tengo tantas entre las que elegir que me cuesta decidir. Bueno, estoy seguro que aprovechar el tiempo es una de ellas. Hablo en general, porque tan siquiera sé si por ejemplo escribir esto es una prolongación de mi ocio, y si así fuera y además es una pérdida de tiempo el problema sería más serio de lo que pensaba.

En este estudio, si pudiera llamarse así, tendría mucha importancia la empatía, que es la capacidad de identificarse con otro sujeto, o algo que ver con esto. Y es que probablemente en el caso de saber identificar en nuestros congéneres las debilidades que sufrimos de la misma o distinta forma, nuestras miserias, las consecuencia de nuestras debilidades, dejarían de parecernos tan miserables y vergonzosas, al menos desde un punto de vista egoísta. Porque evidentemente no por ello dejarán nunca de ser miserias, porque en este caso las miserias del hombre, lo que la Biblia llama nuestros errores o pecados, son un hecho indistintamente de nuestras lecturas, interpretaciones, condiciones, circunstancias y puntos de vista.

Debiera aclarar que Dios no es cruel por recordarnos esto. Ante todo es como el amigo que quiere lo mejor para nuestras vidas y por ello nos advierte de dónde y por qué tropezamos. No para lastimarnos, sino precisamente porque no quiere que nos hagamos daño, ni a nosotros, ni a quienes nos rodean. Y todo ello sin importarle por otro lado que le hagamos daño a Él.

¿Sabéis? Si las debilidades son verdad, que lo son, no debiera darnos tanta vergüenza reconocerlas y tan siquiera aceptarlas. No por cuanto todos las compartimos de una u otra forma, sino porque son verdad, una parte inherente de nuestra persona. Una parte pese a la cual Dios decidió amarnos aun cuando no la compartía. He hizo lo que de verdad se llama empatía, identificarse con nosotros aún más allá de lo mental y emocional hacerse hombre y ser experimentado en todo como nosotros, pero sin pecado, para tener misericordia y que su misericordia fuera efectiva, porque el ama al pecador, que no al pecado. Por eso nos dice: “bástate mi gracia, porque mi poder ser perfecciona en la debilidad.” Y por la misma lógica, y con esto concluímos, si queremos experimentar su gracia hemos de reconocer nuestras debilidades así como nuestros errores.


sábado, 10 de noviembre de 2007

2. Respeto: ¿Composición?

La Escritura versus corazón humano.

Dice uno de los versículos más clarividentes acerca del amor que jamás se hayan escrito: “Porque en el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor.” 1ª de Juan 4:18. En cambio ¿qué es lo que provoca la ausencia de respeto? ¿Miedo, desconfianza, temor,…? Eso parece. ¿Y cuál es la reacción humana más fácil para contrarrestar y combatir éstas sensaciones? El odio, porque infunde miedo, y en estos pobres términos se convierte en el sucedáneo perfecto del respeto. Porque es verdad, que entre viles mortales, el miedo infunda respeto; ahora, en cuanto entre los mortales existe amor, éste se ve gratificado con respeto y todo cuanto pudiera haber de viles en nosotros, pareciera esconderse tras un bello velo; el velo del amor, aquel que cubre multitud de faltas. Y este velo, se sostiene en función de nuestra percepción del respeto. Por tanto, el respeto y el amor están profundamente ligados.

La clave

Pero la clave del respeto no sólo sería el amor a secas. Dice el segundo mandamiento, y para mí la mejor definición posible al respecto: “Ama a tu prójimo como a ti mismo.” Pero… ¿por qué dice “como a ti mismo”? He aquí el quid de la cuestión. Sin ésta coletilla el mandamiento no albergaría el sentido de la palabra respeto y su interpretación sería incierta, demasiado ambigua como para plantear un desafío. Porque el concepto del amor es demasiado abstracto como para no ser especificado.

No es casualidad que la raíz latina de la palabra respeto sea respectus (y de ahí nuestro vocablo respecto), cuyo significado, según el DRAE, es: razón, relación o proporción de algo a otra cosa. Para el caso: este algo sería la acción de amar a un tercero en relación o proporción a uno mismo. Tal y cómo nos exhorta el segundo gran mandamiento de la Ley que hemos leído, amar en consideración a uno mismo.

Ahora, en nombre del amor confiesan, toda clase de personas, haber cometido actos con los que nos rechinarían los oídos con sólo oírlos. Y… ¿acaso podemos dudar que no lo hicieron por amor? Seguro. Seguro que sería por amor. Prácticamente el amor es la casus belli (motivo de guerra) de todas las acciones humanas. Pero puede llegar a ser tan subjetivo como abstracto. Porque lo que para unos puede ser la mayor expresión de amor, para otros puede ser el acto más atroz que jamás se pudiera imaginar. Pero si es así, es porque amar no implica respetar, porque hay muchos fines para el amor. En cambio, el respeto si implica amar y de hecho restringe todos los posibles fines a uno sólo: mediante mi amor alcanzo para ti lo que querría para mí.

En estos términos el respeto se convierte en la manifestación racional del amor. Es decir, en el caso de que entendamos el amor como la mayor expresión de la "Libertad". Y por el contrario dejemos a un lado las implicaciones emocionales, e incluso químicas tan comúnmente ligadas a este significante. Por culpa de las cuales hoy resulta tan fácil hablar de amor, y a su vez tan abstracto. Por cuanto las emociones o las reacciones químicas siempre son efímeras a la vez que difícilmente descriptivas.

Bastaría decir que amar mucho o amar poco carece de sentido. Y que oír expresiones del tipo: -Te quiero, -Te amo, fuera de su contexto no dicen nada, salvo toda la imaginación que le queramos echar. Porque como reza el viejo proverbio castellano: Obras son amores, y no buenas razones. Es decir, que así como el movimiento se demuestra andando, el respeto como el amor se manifiesta con acciones, y no sólo con buenas intenciones. Quizás no sea muy ortodoxa, pero como ilustración tal vez valga la pena, el caso en que un padre o una madre le preguntan a su pequeño que apenas ha aprendido hablar: -¿Me quieres? ¿Cuánto me quieres? Y el pequeño asiente y extiende sus brazos todo lo que puede, o señala con su dedo índice al cielo expresando su magnitud; porque por su indefensión no puede valorarlo y expresarlo de otro modo.

Desviaciones razonables

Cuando hablamos que el respeto es la manifestación racional del amor, nos referimos con racional a sus sinónimos: justo, equitativo y legítimo. Con racional no queremos decir intelectual, mental ni tan siquiera espiritual, ni del corazón. Antes bien, sería de ingenuos creer que el uso de la razón nos salvará algún día de nuestros pecados, al contrario, ésta emitirá juicios de valor personales que nos desviarán. Como quien dice, serán desviaciones razonables. Porque una de dos, o bien nos alineamos con nuestro prójimo o nos alienamos de éste; según sean nuestros intereses. Algo, ahora sí, que está en perfecto acuerdo con la razón humana.

Entonces una de dos; o lo sobrevaloramos y lo amamos más que a nosotros mismos, otorgándole el lugar que sólo puede ocupar Dios, convirtiéndolo en un ídolo. Y puesto que nada ni nadie puede adquirir más valor en tanto se centre en si mismo o en un semejante; tan solo lo convertiríamos en un superior en detrimento de nuestra persona. Véase, determinados casos en que las esposas son incapaces de alzar la voz contra sus maridos que abusan de ellas, jovencitas bulímicas o/y que idolatran a sus "stars",... O por el contrario, lo discriminamos, considerándolo inferior a nosotros y amándolo menos que a uno mismo, convirtiéndose uno mismo en… ¿un dios? Sí, en efecto. Eso sucede en cuanto ocupamos el trono de nuestro corazón; nosotros mismos ordenamos las normas, decimos que está bien o que esta mal y nos levantamos con potestad de juzgar y otorgar cargas pesadas que ni con un dedo nos prestamos a empujar. Véase, los que maltratan a sus esposas, hijos,... los que abusan en la escuela, en el trabajo; en fin, en la vida,... he aquí la sin razón de los holocaustos étnicos.

Nuestras limitaciones

Si bien para ir acabando, no seremos tan crudos con los ejemplos, pero no por herir sensibilidades, que seguro cosas peores hemos visto y oído, sino que ya que con ellos, probablemente, no nos sintamos identificados con eso tampoco nos sentiremos mejor que nadie. Ahora, de citar cosas más pequeñas y a veces tan cotidianas que ya igual, por desgracia, hasta pasan inadvertidas por nuestros ojos, seguro, que ni uno sólo saldría aprobado. –Yo sin duda. Y como no soy quien para citar tal o cual cosa porque yo mismo pudiera estar fallando, lo mejor será que cada cual analizase sus actos y se confronte ante el espejo que revela los pensamientos más íntimos del alma, la Palabra de Dios.

Seamos sinceros y que cada cual constate que aquel que está dispuesto amar de verdad o en términos menos “románticos”, a respetar verazmente, está dispuesto a actuar bajo su responsabilidad y habiendo calculado el costo, afrontar todas las consecuencias, aunque éstas sean adversas y no corran en su propio bien; esto es, sin miedos, sin egoísmos. El amor, y repito, léase también respeto, no es pasivo, sino activo y aunque no siempre proporciona dividendos positivos, al menos eso sí, no remite a engaño. Porque el verdadero amor no exige ser amado, porque el tal es sufrido, de otro modo no sería amor, sino deseo. En otras palabras, el amor en su concepto más sublime jamás esperará recibir retribución.

Dicho esto, creo que no hay nada más que añadir. Porque, como quien habrá adivinado, el concepto divino del amor, tal y como la Escritura lo define, es demasiado excelso para el corto de miras corazón humano. Pero he ahí el segundo quid de la cuestión, que Dios mediante desarrollaremos más adelante. Que el genuino amor no nace del corazón humano. Antes bien, del corazón nacen los malos deseos, como ira, odio, contienda,… que quien en si los reconozca, al menos ha dado el primer paso para emprender el camino. Porque en efecto el verdadero AMOR no es una virtud, tan siquiera un sentimiento, sino un camino que hay que encontrar para emprender. Un Camino que hayamos en la Palabra de Dios, un camino sin peajes. ¿Estrecho? Sí, pero al fin y al cabo, firme y seguro. En definitiva, el camino más excelente. Continuará

sábado, 25 de agosto de 2007

1. Respeto: ¿Qué hora tienes?

De ser el respeto un reloj en nuestra muñeca me atrevería a decir que pocos andan en hora, al menos sincronizados. No obstante siempre hay quienes estiman que un reloj en hora es aquel que ronda dos, cinco, ocho o más minutos sobre la hora exacta; a priori el reloj marcha. Pero, en realidad no esta cumpliendo su función.

Asimismo hay multitud de definiciones acerca del respeto, y escribir una sería tan sólo eso. Sería como dar la hora con un desfase, minuto arriba o minuto abajo, que de entrar en nuestro margen de lo que es un "reloj en hora” sabríamos consentir. Pero por más que nos gustase al final no lo podríamos resistir, ya que muchos adelantos o retrasos a la postre producen un cambio horario. Lo que traducido en términos sociológicos significa un distanciamiento entre las personas. Y así como en el planeta hay distintas zonas horarias, en la sociedad hay distintos grupos; y no me vengo a referir a clases económicas o culturales, sino en efecto a credos acerca del respeto.

No hay nada más que ver la sociedad que nos ha tocado dar vida… Nunca antes habían sido tan cortas las distancias entre las personas, ni tan siquiera la diferencia en cuanto a la capacidad de acceder a la cultura o a la información, y aún si me apuras, en cuanto al nivel económico ya que se aprecia una uniformidad a amplios intervalos. Y en cambio, nunca antes hubo una sociedad tan polarizada en cuanto al afecto y al respeto entre unos y otros. Aun dentro de los propios núcleos sociales las personas, pese a rozarse por la calle o cuando entran en el ascensor, se prestan a alejarse a un millón de kilómetros las unas de las otras.

Desde luego que la manecilla no debe marcar bien. Y no me refiero a la grande, puesto que si aún en el seno familiar se está diluyendo el respeto, el desfase debe afectar ya a la que marca las horas. Si es que no ha llegado a influir el calendario.

• ¿Cómo recuperaremos las horas perdidas, si es que no fueron días?

Ni tan siquiera me planteo la posibilidad de que esto sea posible. Menos que sea una de esas cosas que se puedan arreglar con una acertada definición o unas emotivas palabras. Existe una expresión muy viva que dice: “si algo falta, no lo reproches, ¡súplelo!” Supongo que esto es igual, porque lo más importante no es que te respeten, sino que respetes, y en el mejor de los casos quizás por el ejemplo, algo mucho más valioso que unas palabrejas como éstas, alguien aprenda a respetar. Si bien, este debe ser el último fin de nuestros actos, porque quizás jamás nadie valore tu ejemplo y entonces sientas el desaliento y a la postre abandones el buen ejemplo.

• Y qué hay de las afirmaciones… yo respeto si me respetan, les respetaré cuando aprendan a respetar,…

Supongo que estas afirmaciones, aclaro, estas injustas afirmaciones, debe ser uno de esos cambios horarios de los que antes hablábamos y a los que ya tanto nos hemos acostumbrado. Nuestra sociedad presume de ser muy tolerante, pero solo es tolerante con quien la tolera. Porque es fácil amar a los amigos. Pero eso no es lo que nos enseñó Jesús, sino: “Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen.”

• ¿Cómo o quién puede devolver la coherencia a nuestros relojes?

Si tuviéramos que sincronizar todos los relojes del mundo en el acto, cogeríamos de todos sólo uno, para usarlo como referencia. Si además quisiéramos que dieran la hora más exacta posible, nuestra referencia sería aquel con más prestigio, nos referimos a un reloj atómico, puesto que es el que tiene mayor precisión, dado que su mecanismo está basado en la frecuencia de vibración atómica de cierto elemento químico.
Asimismo, para poner en hora el respeto bien es cierto que podíamos tomar alguna filosofía o religión como referencia, algunas bastante dignas, pero si queremos ser exactos, hemos de ser sinceros con nosotros mismos y reconocer que ningún hombre tiene la autoridad moral, ya por la palabra o por sus hechos de establecer qué es el respeto. En cambio la Biblia, que es la Palabra de Dios y Jesucristo quien es el propio Verbo hecho carne, la tienen. Pues precisamente, estarán todos de acuerdo conmigo, que visto como manual de ética y moral es excelente, fuente de inspiración para muchos. Pero yo, particularmente, voy más allá. Además es el único libro, pese a poder resultar utópico para el común de los mortales, que su propio autor ha puesto en obra. Evidentemente hablamos de Jesús, Dios hecho común de los mortales. Quien para cumplir su Palabra, dada por medio de los profetas, se humilló como el más común de los gusanos.

Bueno, existen varios argumentos para sostener que esto último es verdad, pero en este caso sólo nos vamos a referir a uno un tanto inusual. Es en lo que en sociología se conoce como teoría del Doble Vínculo o Doble Constreñimiento. En esencia un doble constreñimiento son dos imperativos de la misma calidad en conflicto, es decir, que se contradicen, y por lo cual ninguno de los dos puede ser ignorado. Lo cual deja al receptor ante una disyuntiva irresoluble, pues el cumplimiento de cualquiera de las dos demandas anula a la otra. Eso es una experiencia de doble vínculo, algo que exige que se resuelva un problema inevitablemente insoluble, algo artificial o ficticio, algo que por simple definición no tiene sentido en el Universo.
Unos ejemplos prácticos serían:
- Nunca me aceptes un consejo.
- Ninguna generalización tiene sentido
- O un aviso que reza: “no lea este aviso.”
- O el simple hecho de que uno asegure que “cuestiona la autoridad de X.” Lo cual le obliga a reconocer la primacía de tal autoridad.

Teniendo en cuenta estos términos entendemos la cita de Eliezer S. Yudkowsky que dice: “Usted no puede escribir un cuento en el que uno de los personajes sea más listo que usted; por definición, si usted supiera lo que ese personaje haría, usted sería tan listo como él.”
Es decir, afirmar que un hombre, y no Dios, inspiró las Escrituras es un doble constreñimiento. Porque en primer lugar no puede cuestionarlo si primero no lo reconoce, y en segundo lugar, estaría afirmando que el hombre ha inventado un personaje, más listo, más poderoso, y lo que plantea la mayor disyuntiva de todas, un ser con una moral infinitamente más elevada que la de todos nosotros juntos. Por tanto si Dios es, es que existe.*

Pero lo que es aún más ilustrativo. El simple hecho de que un hombre anhele un estado superior de paz, o lo que para mi es lo mismo, un estado de felicidad completa. Y persiga este fin por todos los medios puestos a su alcance, su moralidad, y a pesar de todo no pueda ponerla en práctica, aún por muy débil que ésta sea; necesariamente nos habla que alguien superior y ajeno al hombre, pero no necesariamente lejano, ha debido dejar ese anhelo en su corazón, llámese consciencia (Romanos 2:11-16). Porque en caso contrario, en el caso de no haber Dios, los propios designios humanos serían una experiencia de doble constreñimiento. Cosa que ineludiblemente hubiera acabado con la existencia humana, o al menos con lo que nos hace precisamente humanos. Ya que la existencia humana sería un problema inevitablemente insoluble si por sí misma, cada individuo pretende la felicidad en base a su moralidad, léase ley, y a su vez la quebranta con motivo de su propia búsqueda de la felicidad.
Por tanto, o bien reconocemos que la conciencia es obra de la Ley de Dios en los corazones, y por tanto la prueba de que Dios es, o bien somos los más miserables seres de la casualidad sin causalidad, los condenados a la infelicidad.
Como diría C.S. Lewis: “Si tengo un deseo que nada en este mundo puede saciar, deduzco que no fui hecho para este mundo.” Por tanto deduzco que el hombre no puede vivir lejos de Dios. Que su vida incongruente es debido a que intenta saciar con cosas rudimentarias sus ansias de paz. Que no sabe ni entiende, y por eso no halla la felicidad. Porque la felicidad es Cristo, porque fuimos hecho para vivir cerca de Él. Continúa.

* Tengamos en cuenta que el Dios que describe las Sagradas Escrituras es único. Claro está que para empezar habría que leerlas, pero rápidamente nos daríamos cuenta que en nada tiene que ver con los dioses del olimpo (u otros politeístas), ni aún con el que nos habla el Islam, aun cuando Mahoma afirmaría haber oído la misma voz que oyeran los profetas del Antiguo Testamento y el propio Jesús, solo que no reconocería que Éste era el propio Dios hecho hombre. Cosa sin ecuánime en todos los tiempos, inimaginable por la mente humana, que un Dios se hiciera hombre.

miércoles, 11 de abril de 2007

Mudanza

En 23 años para 24, puedo contar tres mudanzas de vivienda, y con ésta una de blog, la cual no cuenta. El caso es que en aquellas mudanzas pude embalar muchas cosas dentro de cajas sobre las cuales escribí todo tipo de descripciones… salón, vajilla, frágil, cuidado, no apilar… nada que alguno no haya hecho o visto.
Y entre tanto, sin darme cuenta, durante todo este tiempo en esta cabeza que tengo por caja, hemos embalado muchos pensamientos que al igual que las otras han sido de todos los gustos y colores… tampoco nada originales, nada que ninguno se haya planteado, ni con más cuidado, no olvidar, frágil, importante, que los de cualquier otro… pero al menos, eso sí, con el apelativo de Fran, es decir personales y algunos difícilmente transferibles.



No obstante, si hay una cosa o cualidad que me maravilla del ser humano es la capacidad que Dios le ha dado de poder otorgar identidad a los sonidos para comunicar sus pensamientos.
Si se pudiera decir así, cada vez que balbuceamos unos sonidos o grabamos unas letras estamos desembalando nuestros pensamientos. Pensamientos que al fin y al cabo son palabras que un día oímos y embalamos en nuestra mente.

Y en toda mudanza existen algunos enseres prioritarios que desembalar, como pueden ser la cocina, los platos, las camas, sabanas, mantas y tal. En cierto sentido estos son lo primero y todo lo demás cosas secundarias, pero que con tiempo igualmente van tomando su lugar en la casa. También es verdad que a veces en el transcurso de nuestra mudanza nos entretenemos demasiado con esto ultimo, y tenemos el típico caso de un sueño incomodo porque la habitación aun no es confortable, o un mal desayuno porque la cocina aun no es operativa. Esto se sufre especialmente cuando nos dedicamos al tonto, aunque extrañamente adictivo, juego de explotar burbujas de plástico o a peleas con bolas de papel de periódico. Ya me entienden.

Si lo miramos de cierto modo cada día vamos amueblando nuestras vidas con los pensamientos que vamos desembalando, ya fuere por nuestra boca o por nuestras manos, es decir con palabras escritas o con hechos. Lo cual nos debería llevar a preocuparnos que huecos de éste, nuestro hogar, estemos llenando.
Me pregunto: ¿Son lugares vitales? Como a modo de ejemplo la cocina o nuestro lugar de descanso. ¿O por el contrario estamos perdiendo demasiado tiempo en explotar burbujas de plástico o llenar habitaciones con bolas de papel? No quiero decir que esto sea malo, pero siempre y cuando no descuidemos las estancias principales. Y aun así hemos de amueblarlas con sabiduría. Porque imaginaos (perdonad el ejemplo jeje), por muy excéntrica que sea la decoración hoy día, no es nada útil colocar un microondas en el lugar del bidé, porque pese a que en ambos se hacen huevos al baño maría, no se hacen con el mismo fin. Ya me entienden.

Por tanto, y ahora hablando en serio, del mismo modo en que hemos sido consecuentes con nuestras casas, seamos consecuentes con nuestras almas. Decía Claude Bernard, y es mi frase favorita, que el que no sabe lo que busca, no entiende lo que encuentra. Y creo que ésta es una respuesta lógica al motivo de porque a veces nos sentimos tan vacíos. Es decir, que tengamos una cocina inútil, una cama insoportable y un baño inoperativo, aunque entre tanto tengamos un gran salón de juegos. Amueblamos nuestra vida, pero la amueblamos mal. Buscamos con que llenar nuestra vida, pero buscamos mal, porque buscamos lo que no sacia pese a que no cesamos de desembalar pensamientos.

Entonces aquí cabrían las palabras de Jesús: "Busca primero el Reino de Dios, y las demás cosas serán añadidas." Porque nuestros pensamientos no son los pensamientos de Dios. Porque Él solo desea el bien para nuestras vidas. Por tanto acerquemonos a Dios y Él se acercará a nosotros.

Un saludo :)

martes, 20 de marzo de 2007

2. La sed de felicidad

En cierta ocasión reunido el concilio judío y el sumo sacerdote del templo para juzgar y castigar a los apóstoles porque predicaban «todas las palabras de esta vida,» oyendo la defensa de los Doce «se llenaron de odio y quisieron matarlos.» Pero levantándose un hombre llamado Gamaliel, miembro muy distinguido del concilio y maestro de la Ley, recordó al concilio que en otros tiempos se levantaron hombres quienes pretendieron ser alguien, pero perecieron porque no venían de parte de Dios, así llegó a la conclusión: «si este plan o acción es de los hombres, perecerá; pero si es de Dios, no podréis destruirlo; no sea que os halléis luchando contra Dios.» (Hechos 5:17-42)

Una encrucijada, es el punto donde se encuentran dos, tres o más caminos. Así se entiende visto desde la perspectiva de un observador objetivo, esto es, de alguien que no camina por ninguno de ellos. En cambio, para el caminante que anda por uno de ellos una encrucijada es el punto donde su camino se bifurca en otros dos, tres o más caminos. Ésta en cambio sería la definición digamos, subjetiva y por tanto, la más dramática, porque entramos a formar parte del cuadro.

Por muy bueno que pudiera ser uno contando historias, describiendo paisajes o expresando sentimientos ni de lejos, querido amigo, podrías llegar a sentir las sensaciones que tales experiencias me provocan. Cuánto menos ibas a poder, aclarar, puntualizar o profundizar más allá de mis palabras, siempre cortas y escasas. Por este motivo es que me he decidido a escribir este ensayo, para que ésta encrucijada no la entiendas sobre un mapa, como el camino que otros marcan; sino sobre el camino que tu andas. Porque como escribió el poeta sevillano Antonio Machado: «caminante no hay camino, se hace camino al andar.»

El tiempo pasa inexorable, y podríamos decir que cada grano de arena que cae en el reloj es el eco del polvo que levantan tus pies al caminar. Aun cuando nos negamos a caminar, a tomar decisiones y solamente pareciese que nos dedicáramos a observar sin aparentemente comprometernos con nada ni nadie, el tiempo pasa invariablemente y por tanto damos pasos, de manera que quizás, sin darnos cuenta, estamos cruzando encrucijadas y tomando caminos, que de saber que no son todo el cuadro sino el fondo y nosotros el protagonista del mismo, jamás habríamos tomado.

Pero pongamos que no somos de esos; -claro, claro, yo no… que va… sino que nos gusta conducir, digo… caminar. Podemos elegir las encrucijadas ¿no? al menos se supone, sí, pero no obstante hay encrucijadas por las cuales todos en esta vida hemos de pasar, por mucho que como hemos dicho las queramos evitar. Y una encrucijada común, sino la más común es: ¿cuál es el camino que conduce a Dios?

Sí, probablemente no te la hayas tropezado con ese mismo nombre, pero estoy seguro que a tu entender o formas de interpretar la vida, no una, ni dos, sino muchas, te has visto en la vicitud de buscar el camino que conduce a Dios. Por ejemplo, cuándo simplemente te preguntas qué me hace más feliz, cuál es el propósito de mi vida,… inconscientemente sí, pero ahí te preguntas ¿Cuál es el camino que conduce a Dios? Veamos…

Si buscas amor, buscarás la persona que más feliz te haga; si buscas comodidad, buscarás la postura más cómoda; si buscas bienestar, buscarás la mejor relación calidad/trabajo; si buscas… y así sucesivamente y probablemente nunca acabes de buscar, porque esa no son todas las cosas de la vida. En efecto, nada de eso confiere plenitud a la vida, pero es la búsqueda de ella la chispa que enciende el motor de la vida, la razón que hace que te levantes cada mañana, y la convicción de que decidas que todo merece la pena.

Como todos, buscamos aquello que lo llene todo en todo. Pero somos seres personales, no impersonales, y por lo tanto lo indefinido no nos puede completar, por el simple hecho de que no podemos establecer una relación interpersonal con eso, porque una es la gloria de las cosas materiales, y otra la de los seres vivos, y entre ellos una la de los hombres y otra la de los animales.

Sin saberlo, tu buscas a aquel que lo llena todo en todo, a aquel que es todas las palabras de esta vida, a aquel que te hace sentir bien, que te da la paz. Buscas a una persona, no a una cosa, pero qué digo, más que a una persona tú buscas a la Persona, la persona de Jesús. Porque aun cuando podemos mantener relaciones personales con los hombres, sean amigos, amigas, esposa o esposo, hijos o hijas,… los mismos no nos pueden completar porque tienen las mismas deficiencias que anhelamos saciar. Entre otros motivos, por eso es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres.

Henry Scougal dijo una vez que el valor y la excelencia de un alma se miden por el objeto de su amor. En función de adonde apuntes, tu excelencia o valor se verán incrementada en la medida que la diana que fijes como objeto de tu amor te supere. En el caso de que apuntemos a tierra, los bienes materiales no nos van a aportar nada. Y en el caso de que apuntemos al horizonte, los seres humanos tampoco nos vamos aportar grandes valores, aunque en comparación con los materiales serán significativamente muchísimo mayores. Pero solo en el caso de que apuntemos a Dios podremos experimentar la sublimación de una experiencia de vida verdaderamente satisfactoria. Porque una es la gloria de los hombres, y otra la gloria de Dios, la cual es infinitamente más excelsa. Pero no por eso incompatible, porque no olvidemos, Dios se hizo hombre en la persona de Jesús para que pudiéramos establecer una relación interpersonal consigo. Es por medio de la Obra de la Cruz en expiación por nuestros pecados y su resurrección de entro los muertos que esto es posible.

En ese sentido, Jesús es el camino que conduce a Dios, Jesús es la alegría y todas las palabras de ésta vida. Y tu sed de felicidad la oportunidad de encontrarlo. A menos que te conformes con poco, porque como diría Claude Bernard, el que no sabe lo que busca, no entiende lo que encuentra.

Probablemente estás en una encrucijada, y no sabes que camino escoger, sólo que no te llenes de odio y quieras callar esta posibilidad. Ten libertad y comprueba por ti mismo si es verdad, no juzgues lo que tus pies no han pisado, porque si no viene de parte de Dios ten por seguro que perecerá, pero si en efecto este es el camino a Dios no lo podrás destruir.

"Porque nada podemos hacer contra la Verdad, sino solo a favor de la Verdad."

Un saludo.

sábado, 23 de diciembre de 2006

Una sucesión de simpáticas circunstancias

Son las 6.00 de la mañana, y no es una canción de Aventura, es mi padre que me llama para despertarme. Me ha de llevar a la estación para coger el regional Cádiz–Sevilla. Sale a las 7.07, así que me llevo 15 minutos más rebosándome entre las sabanas. Luego levanto la persiana y oscuro, oscuro como el futuro de un inodoro de carretera. Pero dicen que a quien madruga Dios le ayuda. Lo cierto es que esto es más bien un dicho popular, en cambio el salmista sostiene que por la mañana a Dios buscaré porque en Él espera y confía su alma.

Pero ya son las 6.16 y uno ya anda estresado, prepara las cosas, enciende el ordenador para dejar enchufada la eMula, lávate, aséate, vístete, un vasito de leche calentito y puerta. Cogemos el coche, salimos del garaje, “buenos días atrevidos y atrevidas” dice la radio, pero si todavía es de noche digo yo. Y una vez en la estación con el billete en la cartera subo al tren. ¡¡¡Pasajeros al…!!! Tengo un libro para leer sí, pero con el traqueteo del tren me entra un sueñecito que me deja K.O.

En las sucesivas paradas, me voy despertando, y hay quien diría suerte, nadie se sienta a tu lado. ¿Oleré mal? ¿Se me olvidó peinarme? ¿No estaré roncando? No. Bueno, quizás se me olvidó peinarme, no sería la primera vez, pero de las otras dos cosas no tengo conocimiento, pero esa no es excusa para que nadie se siente a tu lado. En fin, tampoco esperaba mantener ninguna conversación de Jerez a Sevilla, ya casi nadie se presta a eso. Así que con los pies congelados sigo durmiendo.

Toc, Toc, (no llaman a la puerta, es al hombro donde me aporrean). Ups! es el revisor, claro, se me olvido decir que llevaba los cascos puestos y entre el sueño y la música ésta, que relajaría hasta el huracán el niño, no me entero de ná. El caso es que me pide el ticket, me despierta y como un acto reflejo lo saco de la cartera, lo pica, lo vuelvo a guardar y vuelta a dormir...

A la altura del pueblo de Dos Hermanas, como viene siendo habitual despierto como si de un despertador se tratase. En poco minutos bajaré en mi estación donde como también viene siendo habitual haré trasbordo con el cercanías. Pero sorpresa, vamos con retraso y el circular ya habrá pasado para entonces. Me depara media hora de espera, la cual aprovecho para desayunar. Tiempo por perdido bien aprovechado es tiempo bienvenido. Ja! se me ha ocurrido ahora ¿Qué te parece?

Pero no por mirarlo todo con filosofía se convierte esto en un buen día, y ni tan siquiera la ironía va arreglar este día aquí en Sevilla.

El caso es que llego a donde paro entre semana, preparo unos papeles, he de hacerme la rutinaria revisión médica antes de optar a presentarme al teórico del carné de conducir. Y con mis papeles yo que cruzo Sevilla un ratito a pie y otro caminando, y otro trecho en tren.

Y allí que se presenta el menda, u sea ser servidor y su cuerpo serrano, y lo típico, primero, recogida de datos. Preguntan: –¿estás casado? Cavilo interiormente: –pero qué dice esta mujer, acaso lo parezco. Y respondo, me parece que hasta con tono alarmado: –no, soltero. Pero bueno, la siguiente tanda de preguntas me reanima. Que si enfermedades, que si alergias, y la verdad, te alegra pensar que gracias a Dios uno no sufre nada de eso. El caso es que con la alegría que le dije a cada respuesta que no, me dieron ganas de decir al final: –sano, sano como un roble; de hecho lo pensé, pero me lo callé y solo sonreí.

Pero que desilusión, luego me toma la presión y me dice que la tengo un poco alta. Pero quizás sea con razón, pues no en vano me he dado una buena caminata hasta allí. En fin, pero lo que de verdad me mosqueó es que no llegaba a leer bien con un solo ojo las letras más pequeñas del cuadro, y bueno, y lo de que casi confundo el rojo con el azul después del destello ya no tiene nombre. Con la buena vista de la que he gozado siempre. En fin, supongo que esto debe ser cosas de la edad, al igual que la aparición de entradas, así que dejemos lo de cuerpo serrano por cuerpo a secas.

Pero lo que no esperaba es que además los aparentase, bueno, lo de si estas casado fue una pista, pero lo que despejó todas mis dudas fue cuando ya de vuelta, solo que ésta vez en bus, me dejo caer por el Corte Inglés para echar algún vistazo y se me acerca uno de los chavales que anda por allí para preguntarme si quería sacarme la tarjeta de compras del propio Corte Inglés. Claro, yo le digo que creo que la tengo, bueno, no yo, sino mis padres. Y entonces me dice: –entonces la conoces, y ya sabes de sus posibilidades. Y claro, entonces me doy cuenta y le digo: –aun soy estudiante. No sé quien puso más cara de decepción si el tío o yo.

En fin, tenía una hora para hacer trasbordo desde que piqué el bonobús en los Remedios, así que debía darme prisa para coger el autobús. Que bueno que nada más salgo de Corte Inglés allí está el bus y una cola impresionante para meterse. Que ironía, esta mañana bien temprano en el tren eche de menos el calor humano al lado y ahora me sobraba por todas partes. Ya sabéis, ahí todos apretujados como ganado. Pero lo más incomodo fue cuando el conductor tuvo que pegar un frenazo porque se le cruzó uno. Y si conocéis la ley de la inercia o al menos la habéis experimentado, los cuerpos como el del señor mayor que estaba a mi lado, tienden a seguir en movimiento rectilíneo uniforme, a no ser, que algo les frene, como fue el caso, esto es de mi propio codo. Afortunadamente, al menos eso dijo, no se hizo daño. Pero yo sentí el golpe, y que le iba hacer, si no continuo agarrado con ese brazo caigo sobre otra persona como ese señor cayó sobre mi codo.

En fin, ya de vuelta, parece mentira eran las 6.15 cuando me levanté y ya casi se ha perdido la mañana, desde luego me he perdido las clases, ya solo me queda esperar hasta la hora de almorzar.

Bueno, las siguientes pocas horas pasaron sin pena ni gloria, comer, estudiar y tirar para la autoescuela para que por fin me den una fecha para el teórico. Y al final tantas prisas esta mañana para nada, el cupo para el próximo examen está completado –tendrás que esperar a enero para examinarte.

Ya ves, no ha empezado el 2007 y ya estamos haciendo planes para él. Y no sabemos como será, ni que nos deparará. Como yo en éste día cuando me levanté, quien me iba a decir que todo marcharía tal y como fue y me pasarían esas cosas que os cuento y otras que me guardo. Qué nos garantiza que cuando miremos por la ventana no lo veamos todo tan oscuro como el futuro del inodoro de un bar de carretera. De hecho, quien te garantiza tu futuro. Cuántas variables están fuera de nuestro control. No es cuestión de tomarse la vida con filosofía, ni tratar el tema con ironía, pero tampoco es cuestión de aceptar una religiosidad tal como la contenida en la frase, que a quien madruga Dios le ayuda. En cambio, sí es cuestión como el salmista de decir: de mañana te buscaré, es decir, Tú Señor eres lo primero, mi confianza está en Tí. Porque entonces ya no importa el cómo ni el cuando del resto de las cosas, tan siquiera cuando se hacen cuesta arriba. Porque se trata de vivir una vida, y si nuestras vidas están en Sus manos bien deberíamos decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello.

Después de todo, me alegra saber que no depende ni del que quiere ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia. Así que no se me ocurre un mejor deseo para este año que viene que pedir que Dios nos muestre su misericordia y que los hombres conozcan el don de Dios, el motivo de la Navidad, que siendo aun pecadores Dios nos amó de tal manera que se hizo hombre para morir por nuestros pecados en la cruz, cargando así con nuestra maldición a fin de que seamos benditos, es decir FELICES.

Feliz Navidad y feliz año nuevo.

viernes, 24 de noviembre de 2006

El rey Salomón, Johny Cash, tú y yo

Aunque tú y yo estuviéramos tan lejos en el espacio, como Johnny Cash de Salómon en el tiempo, aún así todos nosotros, los cuatro, tendríamos algo en común. Johnny Cash lo llamó su Imperio de Suciedad, Salomón lo llamó su Insensatez, y la verdad es que lo dejaron tan bien expresado cada uno con sus reflexiones, uno cantando y otro narrando, que poco más podríamos añadir. Y puesto que transcribí la canción de Cash, lo justo sería que transcribiera el testimonio de Salomón.

ECLESIASTÉS 2:1-11

Me dije a mi mismo: Ven ahora, te probaré con el placer; diviértete.
Y he aquí, también esto era vanidad.

Dije de la risa: Es locura; y del placer: ¿Qué logra esto?

Consideré en mi corazón estimular mi cuerpo con el vino,
mientras mi corazón me guiaba con sabiduría, de cómo echar mano de la insensatez,
hasta que pudiera ver qué hay de bueno bajo el cielo
que los hijos de los hombres hacen en los contados días de su vida.

Engrandecí mis obras, me edifiqué casas,
planté viñas para mí; me hice jardines y huertos,
y planté en ellos toda clase de árboles frutales;
me hice estanques de aguas para regar los bosque donde crecían los árboles.

Compré esclavos y esclavas, y tuve esclavos nacidos en casa.
Tuve también ganados, vacas y ovejas, más que todos los que me precedieron en Jerusalén.

Reuní también para mí plata y oro y el tesoro de los reyes y de las provincias.
Me proveí de cantores y cantoras,
y de los placeres de los hombres, de muchas concubinas.

Y me engrandecí y superé a todos los que me precedieron en Jerusalén;
también la sabiduría permaneció conmigo.
Y de todo cuanto mis ojos deseaban, nada les negué,
ni privé a mi corazón de ningún placer,
porque mi corazón gozaba de todo mi trabajo,
y ésta fue la recompensa de toda mi labor.

Consideré luego todas las obras que mis manos habían hecho
y el trabajo en el que me había empeñado,
y he aquí, todo era vanidad y correr tras el viento, y sin provecho bajo el sol.

Johnny habló de la heroína, este rey habló del vino, y tu y yo bien podríamos hablar de otras cuestiones que están alimentando lo que Cash llamó su Imperio de la Suciedad, y Salómon su Insensatez, y pese a que las nuestras nunca lleguen a resultar tan despreciables, al menos a los ojos de la sociedad, en cualquier caso no es a las formas a lo que me vengo a referir sino al fin de todo esto. Porque aunque uno y otro alcanzaron la gloria delante de los hombres y fueron alabados, ambos consideraron al final de sus días que nada valió la pena.

Pero quien dice que es lo que vale la pena. Bueno, supongo que alguien que ha descubierto lo que en cambio no vale la pena. Y es curioso, pero ambos, tanto Johnny como el rey, llegaron a la misma conclusión. Cash se convirtió a Cristo y Salomón también se convirtió al Señor. A Cash el Señor le libró, le limpió de aquel Imperio de Suciedad, a Salomón el Señor le restauró la sensatez, y a mí... a mí pese a mi joven edad, pese a que no he probado casi nada de lo que no vale la pena, y aún de ese poco me arrepiento, puedo al menos decir que no he descubierto nada mejor que... recibir el Reino de Dios en lugar de ese Imperio de Suciedad, y andar el camino de la Sabiduría que es Cristo en lugar del camino de la Insensatez, ¡sí! sin duda, no conozco nada mejor ¿Y tú?

Un saludo, sigamos reflexionando.

sábado, 23 de septiembre de 2006

Aviso a Navegantes

Cuando alguien se plantee reflexionar sobre cierto aspecto o valor de la vida por norma general será porque el susodicho le debe inquietar, fallar o faltar, si no es que todo a la vez. Por contra, sobre aquello que imaginemos que funciona, izaremos velas y nos dejaremos llevar por la corriente. No obstante no hay nada más agradable que eso, ya sea sobre un flotador a la orilla del mar, o por el ritmo de una melodía, pero para cuestiones menos triviales, también será “agradable” dejarse llevar por los sentimientos, en un debate, en una riña e incluso en el deseo; ahora bien, como toda marcha a la deriva conllevará un peligro oculto.

Caer en medio de una tempestad, encallar en una ensenada, o rebasar el ecuador para perderse por las estrellas del otro hemisferio son los peligros derivados de la dejadez del navegante y las traicioneras aguas de la vida.

Tan siquiera la madurez o experiencia que aportan los años de continuas travesías le inhibirán al navegante de los peligros de la vida, antes pudiera ser que lo acentuaran debido a un exceso de confianza. Y es que es contraproducente confiar en la confianza depositada en uno mismo. Porque de la misma manera que nada se puede apoyar sobre sí mismo, sino que necesita de un cuerpo ajeno con el que reaccionar, así el hombre que deposite en sí su confianza con cada error que cometa tan solo imprimirá energía al movimiento o corriente original que lo arrastra desde entonces en la inercia del sin sentido, la sin meta y la sin esperanza.

¡Aviso a navegantes! Ciertamente si se deja llevar por la corriente complaciente de la mar, que se alegre, ya que ello no requiere trajinar con los aparejos de la nave, ni atender a las señales de la mar, como el viento, el cielo y las olas. Pero tenga presente que no sabrá a donde va y que amargas sorpresas de la mar le esperarán. Agrádese en su propia confianza o si sigue a algún hombre confíe en él, pero sepa que por tanta incompetencia gran desastre le sobrevendrá, pues Dios a buen puerto no le traerá. Por tanto, despierte de su sueño soporífero, aligere la nave, deshágase del peso que estorba, y sujete desde ya el timón. Arríe las velas y enfréntese a la mar, porque aquellos agradables, pero fugaces momentos, no compensan este perpetuo sufrimiento. Ahora pues, busque a Dios, busca la estela de su barca antes que venga tal densa niebla que pierda el ánimo de investigar. Deja que te ice hasta su cubierta, que te haga un competente marinero y empieza a disfrutar del arte de navegar, por la mar, por la vida.

Un saludo a los reflexivos, y tb a los irreflexivos porque dejan de serlo en el momento en que piensan que lo son.

domingo, 13 de agosto de 2006

1. La oportunidad del tiempo

Escuché esta frase por primera vez, a mi profesor de historia de segundo de bachiller, el día de la presentación… si el árbol te impide ver el bosque, aléjate unos pasos de él, y lo verás. La verdad es que disfruto con esta ilustración, porque no habla de que debamos cambiar de punto de vista, en el sentido de movernos en el espacio, como sería, para el caso, retroceder sobre tus pasos, sino que habla de movernos en el tiempo, como sería avanzar por el transcurso de los años. Como ya habíamos advertido tan solo somos un punto en la inmensidad del universo y desde un punto no se pueden dibujar muchas perspectivas, más bien solo una. De otro modo sería como pretender adoptar muchas posturas, a cada cual más cómoda, al dormir sobre un alambre. Pero tú sabes que sólo hay una, la que guarda el equilibrio.

Dicen que el mundo es un pañuelo, y pienso que es verdad, pese a que nos parece tan grande cuando lo vemos con los pies en el suelo. Porque lo cierto es que las distancias no supusieron jamás una barrera. Si no indaguen acerca de Alejandro Magno, o de Anibal, o Pizarro, o Napoleón, a ellos como a tantos otros jamás lo detuvieron unas millas, ni escarpadas cordilleras, ni caudalosos ríos, ni paramos desiertos, ni selvas tropicales, siquiera mares. En cambio, comprobamos que es el tiempo, o el paso de él, aquella barrera inexorable que es capaz de separar al conquistador más atrevido de su enemigo, o en su sentido más contrapuesto, al amor más deseado de su cariño y así entre tantas otras cosas…

Hasta aquí pareciéramos muy pesimistas, pero teniendo en cuenta la condición humana, el tiempo es sobre todo una oportunidad. Aunque uno pensaría, que mejor de no existir, porque habría la oportunidad de poder volver a aquel instante de su vida que salió mal. Pero con semejante condición, la tuya, mía y de todos, lo único que íbamos a lograr sería repetirla y esculpir más honda su señal, y esto nos debería sonar, porque aun con la experiencia que nos transmite el tiempo, la historia se repite generación tras generación. Entonces, puesto que está visto que la experiencia que ofrece el tiempo es insuficiente para superar el problema que supone nuestra condición pecadora, la oportunidad del tiempo debe estribar en algo distinto, entendemos que en el olvido.

En efecto con el transcurso de los años vamos descubriendo que la experiencia que adquirimos con la vida no es la panacea a nuestros males. En cambio repetimos los mismos errores e incluso inventamos otros nuevos. Por lo tanto para poder proseguir se ve necesario olvidar. Pero cuidado, hay varias clases de olvido, y en este caso hacemos referencia a uno responsable. Y un sinónimo acertado para que nos entendamos sería, relegar o desterrar, es decir dejarlo allí donde no estorbe a la consecución de la carrera que es nuestra vida. Pero esto que se escribe con pocas palabras no nos es fácil, puesto que el pecado está dibujado muy hondo y ninguna práctica religiosa ni filosofía lo ha logrado borrar. En cambio en la Escritura sí encontramos la solución secreta a este mal, es más, allí podemos leer experiencias semejantes a estas… «Olvidando lo que queda atrás me extiendo a lo que está delante.»

Jesucristo hablando Profecía acerca de los últimos tiempos, sobre la abominación desoladora colocada en el lugar santo (el que lea entienda el misterio, Mateo 24 y libro de Daniel 8 y 12) advierte al hombre para que huya de ella. Y dice en el mismo contexto «Y si aquellos días no fueran acortados nadie se salvaría, pero por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados.» Y aunque esto habla de acontecimientos aun futuros, aunque ya muy cercanos, en efecto hoy y siempre, en términos morales lo más que puede adoptar el hombre acerca del bien y del mal es una actitud en su corazón, la de huir del mal. Ahora bien, ninguna retirada ganó alguna vez una guerra. Y por otro lado las Escrituras dicen que el que falla en un solo mandamiento de la Ley es culpable de toda ella. Así que no hay que ser muy agudo para ver que libramos una batalla desigual, que además está abocada a la derrota. Pero por causa de la manera en que Dios amó al mundo, entregó a su Hijo Unigénito para que todo aquel que en Él crea sea salvo. De modo que los días de derrota y desolación son cortados de raíz a la vez que se establece un tiempo de Gracia en el nombre de Jesucristo.

Os leeré otro misterio al caso de esto último (Romanos 4): «Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades han sido perdonadas, y cuyos pecados han sido cubiertos. Bienaventurado el hombre cuyo pecado el Señor no tomará en cuenta.» Estos son los que viven en el día de la Misericordia de Dios. Pero he aquí un dilema, si perdonar requiere olvido y olvidar precisa tiempo, pero Dios es eterno, cómo olvidará nuestro pecado. Lo cierto es que más que olvidar, los ocultará, lo cual es mejor aún. Porque de caer otra vez refrescaría su memoria y recordaría tu pasado, en caso de estar sujeto a tiempo. Pero gracias a la sangre del Cordero derramada en la Cruz por tus pecados, ocultándolos, puedes ser salvo una vez y para siempre y así poder extenderte a lo que está delante sin la carga del pasado, y decir que ni la del presente ni tan siquiera la del futuro. Puesto que Dios es eterno su olvido es eterno y para nada le limita la dimensión temporal en que vivimos.

Por otra parte el tiempo que nos toca supone una buena bendición, los recuerdos del pasado, porque diría que hay recuerdos más preciosos que los mismos hechos, que aquella misma cara, o que aquellas señaladas palabras. Así que si no fuera por el tiempo los hechos jamás llegarían al rango de historia. Aunque, todo hay que decirlo, hay acontecimientos que pasan a la historia, pero no precisamente en su buen sentido; nunca dejarán de ser una simple anécdota o una triste historia. En cambio, veréis, hay cosas que suceden y ya sabes que quedarán marcadas en el recuerdo, como se suele decir, tienen reservada una página en la historia, aun cuando como quien dice hayan sucedido ayer. No obstante, pudiera ser que fuera demasiado pronto para ver el bosque en todo su esplendor, y comprender todos los detalles que lo rodean. Para el caso, hay quienes dicen que hubiese gustado ver aquellos acontecimientos con sus propios ojos, vivir otra época más singular, sin caer en la cuenta que de ser así, habrían pasado detalles por alto. Pero ahora, podemos ver las cosas pasadas desde la perspectiva del presente, cuando el tiempo recorrido a sacado a la luz la verdad y como quien dice le ha sacado brillo, de la misma forma que un río arrastra el barro y deja a la vista la roca y aún a ésta la pule.

Esto es muy importante, aunque suene de Perogrullo, porque no podríamos mirar hacia delante, sino tuviéramos donde mirar atrás. De la misma manera que yo no podría escribir acerca de estas fascinantes promesas, para quiero desear que tu futuro, si no tuviera donde anclarla a algún hecho irrevocable del pasado, en efecto y sobre todo la resurrección de Cristo de entre los muertos.

“si este plan o acción es de los hombres, perecerá; pero si es de Dios, no podréis destruirlo; no sea que os halléis luchando contra Dios.” Gamaliel, maestro de la ley, judío, siglo I d.C.

Un saludo.

martes, 25 de julio de 2006

0. Preludio

En la geometría descriptiva, concretamente en la perspectiva cónica, hay una máxima que viene a decir que… uno sólo aprecia la verdadera magnitud de las cosas cuando están tan lejos como el horizonte, es decir, sobre el papel sólo puedes dibujar en verdadera magnitud si el objeto está en la línea de horizonte. Es una frase muy clarividente, aunque sólo se trate de dibujo, porque lo que es el ojo humano también trasmite el entorno al cerebro a través de un punto de vista y este lo traduce como si de un dibujo cónico se tratase, aunque estereoscópico, con dos fuentes, dos ojos, eso si no eres tuerto.

Y no obstante... ¿nunca te has preguntado, a qué distancia empiezas a ver las cosas en su verdadera magnitud? ¿a un metro? ¿a un pie? ¿o a una legua? ¿No es más cierto que eso resulta absurdo? son medidas de hombres, que si el sistema fuera otro, o la época, serían de otra magnitud, aunque siempre finitas. Mas en el horizonte, que es la distancia infinita, hasta el punto que es algo abstracto, y que en el dibujo se ha de limitar con una línea si cabe más abstracta, una recta, sin principio ni fin, es donde como en la ficción del papel vemos la verdadera magnitud de las cosas. Y ahora, mira el horizonte y su extensión, que es el firmamento, y podrás ver las estrellas en su verdadera magnitud, y tan sólo son un punto en la inmensidad. Entonces, cuánto más tú si te observas desde esa distancia, comparados con esos luceros, parecerás sólo polvo. ¿O acaso tu visión del universo sigue siendo tan egocéntrica, que sigues creyendo que la verdadera magnitud de las cosas están a lo más a un palmo de tu nariz? si así es, ten cuidado porque con toda seguridad lo verás todo desenfocado ;-).

“Que el árbol no te impida ver el bosque, aléjate unos pasos de él, y lo verás.”

Un saludo :-).

martes, 4 de julio de 2006

La ligadura del amor

A ver, lo primero que hay que tener en cuenta es que hay distintos tipos de amor. No es lo mismo el amor que se procesa una pareja de novios que el amor de un padre a su hijo, o el amor entre hermanos y evidentemente con diferencia, en nada tiene que ver con el amor de Dios hacia nuestras vidas o el amor que proviene de Dios, y del cual es precisamente sobre el que vamos a reflexionar.

Las ligaduras solo existen cuando algo o alguien tiende a separar las partes, mientras no haya nada que impida la unión no hay necesidad de ellas.

Al principio, no había necesidad de ninguna ligadura, el hombre no conocía pecado y por tanto el diablo tampoco ejercía ninguna autoridad sobre él. Así que la relación entre Dios y el hombre carecía de obstáculos, prescindía de ligaduras, y el amor de Dios al hombre y viceversa formaban parte, digamos, de la comunión llana; como por ejemplo, le sucede a una pareja de recién casados, al principio el amor es algo innato en la relación, no obstante aquí es algo que con el paso del tiempo se debe ir trabajando o si no se acabará apagando, aunque insisto, hablamos de otro tipo de amor.

Si bien, la diferencia con el ejemplo anterior es que el amor siempre pudo haber sido algo innato. Pero cuando el hombre violó el mandamiento de Dios, pecando, su amor dejó por nuestra parte de corresponder como antes. Ahora el pecado, como a todo nuestro ser, lo había contaminado, y este se oponía y se opone a la relación con Dios, puesto que Él es Santo. Además, tampoco hemos de olvidar, que el Diablo valiéndose del pecado esclavizó al hombre.

Ahora si era evidente la necesidad de una ligadura, el amor. Las misericordias de Dios, las bondades, así como otras manifestaciones de su amor se convertirían en la única y gran ligadura que podría y puede hacer volver al hombre a Dios y llenar así el vacío de su corazón.

Ante este vacío, sigue habiendo dos opciones, una y la aparentemente más amplia, pero que ha llevado al hombre a la ruina en la que se encuentra, es intentar llenarlo por sus medios (sentimiento y emociones), lo cual no ha sido otra que inventar sucedáneos de Dios, desde las religiones, a la filosofía, pasando por lo que unos se atreven a llamar “ciencia”, cuyas ideas son mucho más antiguas de los que muchos pudieran imaginar, y hasta las drogas, y no sé, tantas como personas pululan por este mundo.

Sin embargo, existe una segunda que ya hemos dicho, y simplemente es asirse, agarrar, recibir, aceptar ese amor que Dios nos da:

"Porque de tal manera amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él crea, no se pierda, mas tenga vida eterna." Juan 3:16

Grandes son las fuerzas que se oponen a que el hombre se acerque a Dios como en el principio, sin embargo nada tienen que hacer contra el amor de Dios. Jesucristo venció a estas fuerzas: a la muerte (espiritual-eterna), al pecado y al Diablo; no hay porque tener miedo entonces.

Una locura ¿verdad? pero bendita locura, amigo! :)

sábado, 22 de abril de 2006

La anécdota de la estación

Por estas fechas el mes pasado, como todos los miércoles al mediodía iba de vuelta a casa, solo que ese día fue de esos pesados y estresantes. Tenía que entregar un trabajo junto con un compañero de clase, y como no podíamos ser menos los últimos retoques para el final, corregir, plotear, en fin, para que nos vamos a engañar, acabar. El caso es que nos llevamos la mañana en la escuela trabajando a toda maquina para poder entregarlo por la tarde, pero venía la hora de comer, y ahí no hay trabajo que valga. Así que me fui a casa, ya que tengo mu revenidos los menús del campus.

En esta ocasión me acercó el compa del que os he hablado a la estación de cercanías, así que llegue inusualmente pronto, una de cada tres me pego los cien metros lisos. Y para un día que llego pronto, dije yo, vamos a esperar el tren en un banco. El caso es que como era hora punta a la estación empezaban a llegar estudiantes, currantes y demás, así que no quedaba mucho sitio donde posarse. Pero allí a lo lejos, casi al final del anden, un banco rojo, acababa de pasar un cercanías y se había quedado prácticamente libre. Allí sola, una jovencita, y ya más cerca, veo también una bolsa a su lado. Y a esto que estoy a tres pasos de dicho banco, la muchacha se levanta, mejor pa mí digo yo, pero deja allí su bolsa y acercándose me dice con una risa nerviosa, yo que tú no te sentabas ahí.

De decírmelo un tipejo de dos metros por uno de espalda, pues mira, me asusto, pero que te lo diga una jovencita, pues te da risa y más con aquella cara desencajá, tendríais que haberla visto. El caso que me espero a que se explique y me cuenta con la misma mueca nerviosa que la bolsa que está sobre el banco, que venía a ser del tamaño de una caja de zapatos, no es suya sino que alguien la ha dejado ahí, insinuando lo que todos estáis pensando. Entre tanto se sigue apartando de allí y yo en la vicitud de descansar el pandero junto a la bolsa misteriosa o acabar por pedir que se explique. Al final, si por sentido común o ganas de jugar a McGiber, no lo sé, sigo a la muchacha, y a lo que ella cree una distancia prudencial me explica que una mujer con vestimenta árabe, que llevaba un carrito, depositó allí aquella bolsa dejándola al subir al tren que acababa de marchar cuando yo llegué.

El caso es que la chiquilla seguía con la dichosa risita, lo cual a cualquiera le hace dudar. Y habría dado por hecho que se estaba quedando conmigo si no fuera porque era jovencilla y por la impresión que transmitía muy cortada, por que parecía totalmente impropio una broma de tan mal gusto. Así que por último le dije que debía de avisar al segurata de la estación, pero no tenía intención, decía que le daba vergüenza. Para que os hagáis una idea hasta donde pueden llegar los complejos. Os imagináis, titular de un periódico… Mueren tropecientas personas por culpa de la vergüenza. Una herida afirma que lo sospechaba pero le daba vergüenza que hiciera poom.

Pero por un lado me alegré, estaba deseando llegar a casa y comer, y no me gustaba para nada la idea de que evacuasen la estación por una niña con mucha imaginación. Aun recuerdo aquel día en el cole cuando anularon las clases por el simple hecho de una broma telefónica anunciando la colocación de una bomba, entonces si que me alegré. En cambio ahora, por otro lado no quería ser yo el que saliese en los titulares… Un atentado siega la vida a decenas de trabajadores porque a un joven no quería que se le enfriase la comida.

Vamos que al final tuve que llamar yo a seguridad. En aquel instante el segurata estaba en el andén de enfrente, el cual estaba casi tan lleno o más que el mío. Así que os podéis hacer una imagen, yo, haciéndole señas con las manos a un tipo con uniforme que no me hacía ni pizca caso, mientras todos me miraban como movía los brazos. Finalmente herido en mi orgullo, me decido ir a buscarlo y de camino, claro, voy pensando que decirle. El caso es que me llego al guarda, y yo, tan diplomático como de costumbre,… Perdone, una chiquilla dice que… claro, la risa se la arranqué, pero creo que quedó bastante claro que la idea no era mía. El caso es que no sé si fue la forma de contárselo o que los sevillanos semos así, pero el tipo ni corto ni perezoso va para allá con su risita burlona. Y a eso que nos cruzamos con la muchacha y la señalo como ruin Adán que llevo por dentro, ¡esa es!

La hora de la verdad, enfrente al banco, junto a la bolsa misteriosa y yo que hago aquí me pregunto, por mi parte ya he cumplido. Pero ya que estamos, veamos que hace este hombre. Por supuesto la muchacha está lejos. Así que miro al guarda que observa la bolsa, y yo que me creía con complejo de McGiber, va el tío ni corto ni perezoso y se pone a manosear la bolsa, mete la mano y… ¡ZAS! son pasteles, ya tenemos merienda para esta tarde, dice el mu gachon. Y encima cachondeito.

¿Moraleja? Pues no sé, digo yo que alguna tendrá, solo que aún no se me ha ocurrido.

Se me olvidaba, cuando la chiquilla nos preguntó al vernos con la bolsa en la mano se me ocurrió un comentario, era algo así como… No pasa nada, aunque la bolsa es mortal, pero para los diabéticos. Ja! pa cachondo yo, vaya ratillo me hizo pasar.

Un saludo :)).