domingo, 31 de mayo de 2009

Herencias de la Reforma (II)

A menudo hemos oído aquello de que la sociedad occidental está sustentada por tres pilares, que a saber son: el pensamiento griego, el derecho romano y la tradición judeocristiana; dejando a un lado de soslayo, tal vez por falta de perspectiva histórica, la inestimable aportación de la Reforma Protestante. Pero como podremos comprobar a continuación la Reforma Protestante y sus principios han sido y serán, en mi humilde opinión y el tiempo nos dará la razón, el cuarto pilar que dieron, dan y darán el equilibrio necesario a la civilización occidental.

Para cuando pienso en la Reforma, por alguna razón no es en los propios reformadores en quienes me fijo, sino en el espíritu de la Reforma. No obstante tampoco estaría de más saber un poco más de aquellos reformadores, aunque para tal efecto ya contamos conun estupendo blog de biografías.

Y es que, y no como a menudo caemos en el error de idealizar, los hombres de los que Dios se valió para llevar a cabo la Reforma en Europa, cometieron sin duda muchos errores, no en vano eran pecadores como tú y como yo. Hombres que sin embargo cuyo celo por la Palabra de Dios, espíritu, eje y motor de la Reforma, posibilitó con paciencia la superación de los obstáculos que presentamos los seres humanos, ese amor irracional a nuestras tradiciones que logran frenar el progreso. Por tanto, no podemos continuar sin reconocer tan siquiera la honra debida a la mano divina que cinceló con la clautela y paciencia suficiente el molde del cuerpo de una iglesia que descubrió que no tenía donde recostar su cabeza, porque había escogido antes ser maltratada con el pueblo de Dios, que gozar de los placeres temporales del pecado, considerando como mayores riquezas el oprobio de Cristo que los tesoros de “Roma”; porque tenía la mirada puesta en la recompensa.

La tolerancia

La tolerancia fue una de las primeras grandes aportaciones que la Reforma introdujo, posibilitando una nueva mentalidad europea. Si bien ésta se fue desarrollando paulatinamente. Y es que en mi modesta opinión, lo que sin duda introdujo un cambio de mentalidad fue el desafío, es decir, la revolución contra las normas preestablecidas. El propio concepto de reforma, modificar lo establecido con objeto de mejorarlo. Esa era la actitud de la Reforma, impulsada por el escrutinio sempiterno de la Biblia.

De tal modo, a medida que pasan los años y más concretamente, los protagonistas de la reforma, la amplitud del concepto tolerancia varía. Así Lutero se mostraba intolerante respecto a otras fe además de las fundamentadas en el evangelio, mientras que Calvino abría el abanico a todas las religiones y sólo se mostraba intolerante frente a la magia y otras herejías. Y Sebastián Castellion hablaba de tolerancia hasta con el hereje, al que definía como aquellos que no estaban de acuerdo con “nuestra opinión”, pero no con el blasfemador. Y así cuando reclamaba la libertad de culto, dijo: “que los judíos o los turcos no condenen a los cristianos, y tampoco los cristianos condenen a los judíos o a los turcos… y nosotros, los que nos llamamos cristianos, no nos condenemos tampoco los unos a los otros… Una cosa es cierta, que mientras mejor conoce un humano la verdad, menos inclinado está a condenar.”

Posteriormente John Locke en el siglo XVII, cuando el ateísmo empezó a raíz del renacimiento, su tesis de la tolerancia esgrimía que no debía de haber tolerancia para el ateo, porque según él, el que no creen en Dios no sólo constituye el fin de la religión sino la propia disolución de la sociedad. Y argumentaba que el que no cree en Dios no puede esperar recibir tolerancia de la religión.

El concepto de la tolerancia empezó a tomar asiento cuando se empezó a distinguir entre el fuero interno de las personas y el externo. Es decir, en la existencia de una realidad trascendente que rinde cuentas a Dios, y una inmanente, es decir física y racional, que abarca la esfera humana propia y de sus congéneres. En ese sentido se empezaba a hablar de libertad de conciencia, lo cual es realmente llamativo, o al menos debería de serlo.

Porque como hemos podido comprobar en palabras de algunos de los reformadores, la cuestión de la tolerancia no estaba del todo clara, y el debate era amplio y dinámico. De modo que si no hubiera sido por la Reforma Protestante tal concepto, así como la libertad de conciencia, jamás hubieran tenido lugar. Porque ni dentro de modelos autócratas católicos como el español, durante el franquismo; ni dentro de modelos estalinistas ateos como el soviético, tan siquiera lograron soñar con su existencia.

Por éste camino de la tolerancia y la libertad de conciencia se llegaba a la conclusión de que las leyes humanas no se pueden obligar en conciencia. Es decir, no se puede obligar a pensar de una determinada forma a un ser humano. Esto no estaba en contradicción con Romanos 13 cuando Pablo habla de la sujeción a las autoridades del estado. Al contrario se interpretaba de acuerdo a la revelación de Dios que hay en la Escritura.

La separación de la religión y el estado.

...y una cosa llevó a la otra, y ésta a la segunda gran aportación de la Reforma, la separación de la religión y el estado. Rosseau, cuya formación fue protestante, concluyó cuando dijo que el error se cometía cuando se trasladaba el reino de Dios a la tierra bajo una autoridad humana. Y Voltaire a pesar de que su formación fue jesuita, afirmó, haciendo referencia al concepto de tolerancia del que veníamos hablando, que la iglesia católica romana no estaba siguiendo el modelo de Jesús.

John Locke desarrolló esto mismo un poco más, afirmando que el estado no tiene autoridad sobre las almas, que a éste no pertenecían los asuntos de la fe, y que podrán estar o no de acuerdo los gobiernos pero el camino al cielo es único.

Pero Locke iba aún un poco más allá al defender la libertad de conciencia, además defendió el derecho de resistencia, como una extensión del colectivo a la libertad de conciencia. Y aun más el derecho de desobediencia civil, al apelar a los cielos cuando los mecanismos constitucionales no resuelven los problemas. No en vano era lo que había ocurrido un siglo atrás con Lutero. Esto sin duda alguna era una defensa de la idea revolucionaria, ya que abogaba por la idea de que Dios a menudo manda un “libertador/profeta” que da la salida.

En definitiva conceptos políticos básicos que hoy en teoría son conocidos por todos emergieron gracias a la Reforma. A la cual no haríamos mal en mirar para evaluar el estado de nuestra sociedad. Porque conceptos básicos como la tolerancia, la libertad de conciencia y la separación del estado de los asuntos de fe, hoy día, cada vez más, están en tela de juicio.

Para acabar una última cita que atrapé en una de las ponencias del congreso: “La modernidad hunde sus raíces en el Siglo XVI. La Reforma impulsó que el conocimiento fuera de dominio público.”

Ahora bien, no dejemos escapar que prácticamente todo el conocimiento que había entonces era el de la escritura bíblica. Hoy día evidentemente no es así, pero al igual que entonces sólo será posible otra Reforma de mentalidad si el conocimiento bíblico vuelve a ser de dominio público. Pero eso debe empezar por las iglesias... dejemos que la sabiduría de Dios nos reforme!