jueves, 8 de octubre de 2009

Luz

¿Quién entenderá lo que es bello
cuando ha ofuscado su interior,
y se ha dejado marchitar por la razón?
¿Quién examinará la hermosura
si no atiende más que a su voz?

¿Cómo escribirá verdades
quien conoce sólo su opinión;
y rimará las estrofas
que luego se convertirán en canción,
si no ha bailado con los miedos
que cavilan en su interior?

¿Quién conocerá su propio error
cuando escruta el de su hermano
y se ha dejado extasiar por el dolor?
¿Cómo reconocerá la equivocación
si se centra sólo en su intención?

Quien no atendió a su corazón,
y no ha examinado su visión
es quien tampoco adivinó
que la luz de su interior, no es luz
sino sólo un leve resplandor.

Porque en Ti está la fuente de la vida; en tu luz vemos la luz.Salmo 36:9

Todo en la vida tiene un propósito ligado a una causa, y en tanto se practique su propósito, su origen permanecerá iluminado y fácilmente entendible. Pero en cuanto deja de cumplir su función, la causa, aunque no deja de existir, es cierto que deja de ser iluminada y por tanto se deja de ver. En verdad la causa debería iluminar a la herramienta u objeto, y es así, pero sólo cuando este cumple el propósito para el cual fue creado ocurre esto. Es como la paradoja bíblica en tu luz vemos la luz. Sólo cuando el hombre vive la vida bebiendo de la fuente de la vida, es decir, con el propósito para el cual fue llamado, es que ve la luz, la luz para creer en Dios y para entender la vida de la manera que ha de ser vivida. En cambio si se aleja de Dios deja de ver la luz y por tanto de iluminar, o dicho de otro modo, honrar a Dios, es decir su causa. Aunque nunca dejará de ver un leve resplandor, no en vano, nuestra causa no dejará de existir. Será como el autor de un libro, cuyo intelecto, creatividad o lo que fuera no dejará de existir en pro de sólo un puñado de materia prensada, por mucho que su obra se use para nivelar muebles. El problema será creer que eso es así y que ese resplandor es toda la luz que hay, y lo peor, que proviene de nosotros mismos.