domingo, 31 de mayo de 2009

Herencias de la Reforma (II)

A menudo hemos oído aquello de que la sociedad occidental está sustentada por tres pilares, que a saber son: el pensamiento griego, el derecho romano y la tradición judeocristiana; dejando a un lado de soslayo, tal vez por falta de perspectiva histórica, la inestimable aportación de la Reforma Protestante. Pero como podremos comprobar a continuación la Reforma Protestante y sus principios han sido y serán, en mi humilde opinión y el tiempo nos dará la razón, el cuarto pilar que dieron, dan y darán el equilibrio necesario a la civilización occidental.

Para cuando pienso en la Reforma, por alguna razón no es en los propios reformadores en quienes me fijo, sino en el espíritu de la Reforma. No obstante tampoco estaría de más saber un poco más de aquellos reformadores, aunque para tal efecto ya contamos conun estupendo blog de biografías.

Y es que, y no como a menudo caemos en el error de idealizar, los hombres de los que Dios se valió para llevar a cabo la Reforma en Europa, cometieron sin duda muchos errores, no en vano eran pecadores como tú y como yo. Hombres que sin embargo cuyo celo por la Palabra de Dios, espíritu, eje y motor de la Reforma, posibilitó con paciencia la superación de los obstáculos que presentamos los seres humanos, ese amor irracional a nuestras tradiciones que logran frenar el progreso. Por tanto, no podemos continuar sin reconocer tan siquiera la honra debida a la mano divina que cinceló con la clautela y paciencia suficiente el molde del cuerpo de una iglesia que descubrió que no tenía donde recostar su cabeza, porque había escogido antes ser maltratada con el pueblo de Dios, que gozar de los placeres temporales del pecado, considerando como mayores riquezas el oprobio de Cristo que los tesoros de “Roma”; porque tenía la mirada puesta en la recompensa.

La tolerancia

La tolerancia fue una de las primeras grandes aportaciones que la Reforma introdujo, posibilitando una nueva mentalidad europea. Si bien ésta se fue desarrollando paulatinamente. Y es que en mi modesta opinión, lo que sin duda introdujo un cambio de mentalidad fue el desafío, es decir, la revolución contra las normas preestablecidas. El propio concepto de reforma, modificar lo establecido con objeto de mejorarlo. Esa era la actitud de la Reforma, impulsada por el escrutinio sempiterno de la Biblia.

De tal modo, a medida que pasan los años y más concretamente, los protagonistas de la reforma, la amplitud del concepto tolerancia varía. Así Lutero se mostraba intolerante respecto a otras fe además de las fundamentadas en el evangelio, mientras que Calvino abría el abanico a todas las religiones y sólo se mostraba intolerante frente a la magia y otras herejías. Y Sebastián Castellion hablaba de tolerancia hasta con el hereje, al que definía como aquellos que no estaban de acuerdo con “nuestra opinión”, pero no con el blasfemador. Y así cuando reclamaba la libertad de culto, dijo: “que los judíos o los turcos no condenen a los cristianos, y tampoco los cristianos condenen a los judíos o a los turcos… y nosotros, los que nos llamamos cristianos, no nos condenemos tampoco los unos a los otros… Una cosa es cierta, que mientras mejor conoce un humano la verdad, menos inclinado está a condenar.”

Posteriormente John Locke en el siglo XVII, cuando el ateísmo empezó a raíz del renacimiento, su tesis de la tolerancia esgrimía que no debía de haber tolerancia para el ateo, porque según él, el que no creen en Dios no sólo constituye el fin de la religión sino la propia disolución de la sociedad. Y argumentaba que el que no cree en Dios no puede esperar recibir tolerancia de la religión.

El concepto de la tolerancia empezó a tomar asiento cuando se empezó a distinguir entre el fuero interno de las personas y el externo. Es decir, en la existencia de una realidad trascendente que rinde cuentas a Dios, y una inmanente, es decir física y racional, que abarca la esfera humana propia y de sus congéneres. En ese sentido se empezaba a hablar de libertad de conciencia, lo cual es realmente llamativo, o al menos debería de serlo.

Porque como hemos podido comprobar en palabras de algunos de los reformadores, la cuestión de la tolerancia no estaba del todo clara, y el debate era amplio y dinámico. De modo que si no hubiera sido por la Reforma Protestante tal concepto, así como la libertad de conciencia, jamás hubieran tenido lugar. Porque ni dentro de modelos autócratas católicos como el español, durante el franquismo; ni dentro de modelos estalinistas ateos como el soviético, tan siquiera lograron soñar con su existencia.

Por éste camino de la tolerancia y la libertad de conciencia se llegaba a la conclusión de que las leyes humanas no se pueden obligar en conciencia. Es decir, no se puede obligar a pensar de una determinada forma a un ser humano. Esto no estaba en contradicción con Romanos 13 cuando Pablo habla de la sujeción a las autoridades del estado. Al contrario se interpretaba de acuerdo a la revelación de Dios que hay en la Escritura.

La separación de la religión y el estado.

...y una cosa llevó a la otra, y ésta a la segunda gran aportación de la Reforma, la separación de la religión y el estado. Rosseau, cuya formación fue protestante, concluyó cuando dijo que el error se cometía cuando se trasladaba el reino de Dios a la tierra bajo una autoridad humana. Y Voltaire a pesar de que su formación fue jesuita, afirmó, haciendo referencia al concepto de tolerancia del que veníamos hablando, que la iglesia católica romana no estaba siguiendo el modelo de Jesús.

John Locke desarrolló esto mismo un poco más, afirmando que el estado no tiene autoridad sobre las almas, que a éste no pertenecían los asuntos de la fe, y que podrán estar o no de acuerdo los gobiernos pero el camino al cielo es único.

Pero Locke iba aún un poco más allá al defender la libertad de conciencia, además defendió el derecho de resistencia, como una extensión del colectivo a la libertad de conciencia. Y aun más el derecho de desobediencia civil, al apelar a los cielos cuando los mecanismos constitucionales no resuelven los problemas. No en vano era lo que había ocurrido un siglo atrás con Lutero. Esto sin duda alguna era una defensa de la idea revolucionaria, ya que abogaba por la idea de que Dios a menudo manda un “libertador/profeta” que da la salida.

En definitiva conceptos políticos básicos que hoy en teoría son conocidos por todos emergieron gracias a la Reforma. A la cual no haríamos mal en mirar para evaluar el estado de nuestra sociedad. Porque conceptos básicos como la tolerancia, la libertad de conciencia y la separación del estado de los asuntos de fe, hoy día, cada vez más, están en tela de juicio.

Para acabar una última cita que atrapé en una de las ponencias del congreso: “La modernidad hunde sus raíces en el Siglo XVI. La Reforma impulsó que el conocimiento fuera de dominio público.”

Ahora bien, no dejemos escapar que prácticamente todo el conocimiento que había entonces era el de la escritura bíblica. Hoy día evidentemente no es así, pero al igual que entonces sólo será posible otra Reforma de mentalidad si el conocimiento bíblico vuelve a ser de dominio público. Pero eso debe empezar por las iglesias... dejemos que la sabiduría de Dios nos reforme!

viernes, 3 de abril de 2009

Herencias de la Reforma (I)

El pasado 30, 31 de marzo y 1 de abril se celebró en Sevilla, organizado por la US, el primer Congreso Internacional de Reforma Protestante y Libertades de Europa. Se trataba eminentemente de un congreso académico conformado por ponentes de gran nivel intelectual tanto del ámbito secular como evangélico.
Evidentemente no tengo la capacidad de realizar un resumen científico e histórico de todo lo que se planteó, pero desde un plano más práctico y reflexivo valga ésta entrada como homenaje no tanto a los protagonistas de la Reforma, que también, sino a las ideas y libertades que surgieron en la Europa del Siglo XVI y de las cuales hoy somos amplios beneficiarios y deseamos seguir siéndolo por siempre jamás.

Pero antes de entrar a reflexionar sobre estas ideas, hemos de advertir que la Reforma Protestante fue un fenómeno que no se concentró sólo en la Alemania del sacerdote Martín Lutero, hoy, 3 de abril, día en el que se ordenó y dio pie a su entusiasta estudio de la Palabra de Dios, motor y eje de la Reforma, que como decíamos, no sólo en Alemania, sino en todas las naciones europeas, incluida España, con reformadores como Tomás Carrascón, Cipriano de Valera, Casiodoro de Reina, Juan Pérez de Pineda, entre otros muchos. Si bien es cierto que en ninguna otra nación la Contrareforma de Roma golpeó con tal fiereza, tan siquiera en la propia península italiana. Es por eso, y no por otro motivo, que si la Inquisición no se hubiera interpuesto, hoy España sería una nación tan distinta a la que es hoy como la diferencia de miras entre el topo que camina a gachas bajo tierra y el águila que cruza con sus alas extendida los cielos.

Sirva como ilustración la miserable legislación española, que permite a un acusado mentir para defender su causa, sin incurrir en agravio aún cuando se comprueba la falsedad de su defensa. Cuestión que como tantas veces hemos comprobado en el cine, no es cierto en países de raíces protestantes, por cuanto en la declaración de derechos a un detenido leemos “todo lo que diga podrá ser usado en su contra.” Y es que entre otras muchas cosas, aunque nos hiera el orgullo, nuestra moralidad está a años luz de los países que no solo contemplaron la llama de la Reforma, como es nuestro caso, sino que prendió el corazón de sus naciones.

Ésta llama débil, no ya por la contrarreforma, sino por la mezquina alimentación de los protestantes evangélicos en los últimos decenios, ha llegado a nuestros días y ha sido depositada por la misericordia de Dios en el candelero de la actual Iglesia que formamos todos los que confiamos en Jesús y creemos a su Palabra. La misma Misericordia a la cual habremos de acudir para que la justicia, las libertades, la moral y la ética no sólo no se apaguen sino sean avivadas por siempre jamás. (continuará...)

lunes, 19 de enero de 2009

La vanidad de los dioses

La siguiente entrada es una adaptación de un trabajo de fin de curso de la asignatura de libre configuración de la Universidad de Sevilla, Teología I, sobre el tema tocado en el artículo de Manuel Guerra Gómez.

Pablo en su carta a los Romanos 1:19-23 dice: “…lo que se conoce acerca de Dios es evidente dentro de ellos, pues Dios se lo hizo evidente. Porque desde la creación del mundo, sus atributos invisibles, su eterno poder y divinidad, se han visto con toda claridad, siendo entendidos por medio de lo creado, de manera que no tienen excusa. Pues aunque conocían a Dios, no le honraron como a Dios ni le dieron gracias, sino que se hicieron vanos en sus razonamientos y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se volvieron necios, y cambiaron la gloria de Dios incorruptible por una imagen en forma de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles.” Este conocimiento del que habla Pablo al principio de la cita es el referido al qué es Dios, o como dice Tomás de Aquino al conocimiento difuso o general acerca de Dios que todos tenemos. Pero de ninguna forma al quién y cómo es Dios.


Entre los muchos testimonios que podemos leer en las Escrituras, hay uno que de una manera singular resalta el contraste entre aquel conocimiento que decíamos superficial y uno cercano que llega a “conocer” a Dios. Nos referimos al testimonio de Job, 42:5-6He sabido de ti sólo de oídas, pero ahora mis ojos te ven. Por eso me arrepiento en polvo y ceniza.” Esta actitud de “arrepentimiento” es la señal inequívoca que la Biblia reconoce como la división entre una religión vana y una divina; pero esto vendrá a colación más adelante.

En efecto como dice Manuel Guerra Gómez en su artículo:De ordinario es totalmente fácil saber que Dios viene, o sea, existe y actúa.” Pues podemos saber que Dios viene, porque como dice Pablo, Él nos lo hizo evidente. Y este evidente nos habla que Dios le ha otorgado al hombre el don de unas cualidades con las cuales, al menos, distinga que Él está ahí; tanto en un sentido trascendental como inmanente. Es decir, una compresión de que Dios efectivamente está por encima de nosotros, pero que también está cercano y se le puede comprender por medio de lo creado, donde se observa una causalidad que apunta al Creador. Así como en la misma alma humana, que sin ser parte de Dios, inequívocamente tiene la firma del soplo que le dio vida, la eternidad. Como diría A. N. Wilson (según cita de John Stott): “Aunque descarto cualquier lealtad religiosa formal, que desprecio como esa combinación moribunda de superstición y engaño, con todo reconozco que hallo fuertes impulsos religiosos dentro de mí y sentimientos de humildad indescriptible ante el misterio de las cosas.

Ahora bien, la propia palabra religión, entendida como el acto humano de religarse a Dios, o lo que es lo mismo volver a unirse con Dios, ya denota que la existencia de Dios y su conocimiento, difuso o general, por el hombre es la base de la religiosidad. Pero además, y lo que resulta más evidente, es la existencia de una barrera de separación entre el hombre y Dios lo que impulsa al primero alpracticar la religión con el fin de acercarse a Dios. Esta barrera es la que la Escritura denomina como la Muerte.

En otras palabras, la religiosidad en el hombre nace de la sed de Dios y a su vez, por paradójico que parezca, de su incapacidad de saciar dicha sed. Pues en efecto el hombre es religioso por naturaleza, la misma naturaleza que se ha demostrado ineficiente durante siglos para reconciliarse con Dios, y en efecto con el ser humano mismo. Siendo el germen de la religión vana que enfoca las posibilidades en el hombre.

Como dice M.G.G. “el hombre es capaz de descubrir Las huellas de la Bondad, Belleza, etc., divinas, impresas en el universo y en el hombre mismo.” Y esto es cierto, el hombre puede descubrir cosas, a las cuales rápidamente les ponemos el apelativo de nuevas, pero en cambio no puede hacer cosas nuevas, salvo las posibilidades que le permiten sus descubrimientos, pero por tanto al fin y al cabo no crea nada nuevo. En cierta ocasión leía una cita de Eliezer S. Yudkowsky que dice así: “Usted no puede escribir un cuento en el que uno de los personajes sea más listo que usted; por definición, si usted supiera lo que ese personaje haría, usted sería tan listo como él.” Por el mismo razonamiento llegamos a la conclusión que el hombre no puede hacer una religión, ni una ley, ni una serie de dogmas, que le puedan acercar a Dios, pues si así fuera, nosotros seríamos tan dioses como Dios, sin haber llegado si quiera al error del ateo.

Y es a esta altura del pensamiento donde Pablo libera todo su temperamento y exclama: “no le honraron como a Dios ni le dieron las gracias.

Cuando hablamos de la gloria de Dios, nos referimos a todo lo que Dios es. Sus atributos invisibles, su eterno poder,… Cuando el hombre intenta religarse con Dios en efecto cambia la majestuosa gloria de Dios y la amolda a su gloria humana y corrompida para hacerla factible a sus conocimientos y esfuerzos por hallar a Dios.

Sin duda la sed de Dios en las criaturas es algo que debe agradar al Creador. Pero no como esa iniciativa propia de descendientes de Caín, que traen ofrenda a Dios del fruto de su tierra que en ningún modo agrada a Dios (Génesis 4:3-5). En cambio, sí esa actitud de humildad y fe propio de Abel (Hebreos 11:4).

Observando ésta dicotomía creo que estamos en lo cierto cuando hablamos de una religión que agrada a Dios y otra que no o es vana. Y sin duda la Palabra de Dios lo deja bien claro en Santiago 1:27La religión pura y sin mácula delante de nuestro Dios y Padre es ésta: visitar a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones, y guardarse sin mancha del mundo.

Pero creo que erramos cuando precisamos a definir una religión formal cristiana como fuente para saciar la sed de Dios. Pues sobre todo lo anterior está “Jesús, el mediador de un nuevo pacto, y la sangre rociada que habla mejor que la sangre de Abel.” (Hebreos 12:24), sobre lo cual no tenemos nada más que añadir, porque como exclamó en la Cruz: ¡Consumado es!

Honrar a Jesús y darle gracias y arrepentirse en polvo y ceniza; sí es de alguna manera ortodoxa toda la definición de religión cristiana. Pues tan sólo es el acto de contricción y humildad de reconocer que la reconciliación con Dios es únicamente por medio de Él mismo, y de nadie más. Porque pensar otra cosa, o añadir algo más sólo sería lo que el mismo Pablo nos advierte: cambiar la gloria de Dios.

En efecto esto sucede de muchas formas, tal vez tantas, como popularmente se suele decir, personas hay en este mundo. Pero quizás la forma más peligrosa; el ateísmo militante, es la única bajo la cual el hombre pretende demudar toda la gloria de Dios. Y sin embargo no deja de ser una práctica religiosa, pues existe una pretensión de relación con Dios; opositora, pero relación. Ya que es una experiencia de doble vínculo. A estas alturas el ser humano cambia la gloria de Dios por la nada; desdeñando en el camino toda su humanidad. De modo que el único calificativo que nos ligaba a Dios y contenía nuestras perversiones, criaturas de Dios, ha sido desechado. Sucumbiendo como dice la escritura y recuerda M.G.G, a la tentación “seréis como dioses.

miércoles, 7 de enero de 2009

Pasado, presente y eternidad

Todo esto nace de las reflexiones de C.S. Lewis en su libro “Cartas del diablo a su sobrino.” que me propuse leer después de la recomendación de Lux.

Aunque ésta debió ser una de esas entradas para publicarlas antes de fin de año y firmáramos entonces alguno de esos famosos propósitos para el año nuevo, espero no obstante que la utilidad de la presente reflexión pueda, si cabe, ayudarnos a enfocar nuestros sueños hacia donde debemos dirigirlos.

El Universo es lo suficientemente variado como para mantenernos en la expectativa de esperar algo nuevo y lo suficientemente ordinario o rutinario como para no distraernos de nuestras obligaciones. Y en cambio nos hemos conformado a un estilo de vida que no nos permite disfrutar de lo uno como de lo otro.

Cada día el cielo nos brinda una obra de arte nueva, pero somos incapaces de maravillarnos diariamente por la novedad que esconde la cotidianeidad del firmamento. Así mismo, la mayoría vivimos la semana a la expectativa de que llegue el viernes; cuando al fin y al cabo sólo repetimos lo mismo que hicimos el fin de semana pasado. Y entre tanto el tiempo pasa, entre segundos nuevos pero tan ordinarios como los pasados, y los que están por venir.

Vivimos la vida en el futuro, despreciando el pasado, mientras esperamos que pase de una vez por todas el presente. Expectantes a los cambios que nos depara el mañana en tanto paseamos desilusionados antes los cambios que se suceden en nuestro presente.

Por tanto llega el año nuevo y parece que todo y todos se confabulan este día para que disfrutemos de la experiencia más novedosa del año; pero que a su vez se ha convertido en la más ordinaria y cotidiana de las tradiciones. El caso es que por fin acabó el año, y ahora comienzan lo que parecen doce meses tan nuevecitos que hasta exclamamos: ¡año nuevo, vida nueva!

Y entonces caemos en la peor estafa de todas. Conformarnos con una única oportunidad al año de empezar de nuevo. Cuando Dios nos enseña por medio de lo creado que en cada día, en cada acto rutinario del Universo, se realiza un estreno que se disfruta sólo si se acepta que hemos de vivir en el presente. Porque las oportunidades para empezar de nuevo se suceden hoy y no mañana.

En resumidas cuentas las oportunidades para empezar de nuevo son infinitas porque no se sujetan a las oportunidades que nos depara el futuro, sino a las resoluciones que escojamos en el presente. Ese lugar del tiempo que como diría C.S. Lewis se encuentra iluminado por los rayos de luz de la eternidad.

Dios quiere precisamente que vivamos el presente con la mirada puesta en la eternidad, agradeciendo el pasado. Pero la eternidad no es lo mismo que el futuro. Porque de ser la vida un paseo, el pasado quedaría ilustrado como las huellas dejadas atrás; el presente allí donde en estos mismos momentos pisan tus pasos y la eternidad el tramo que un día ciertamente andarás. Y el futuro solo es ese pequeño tramo de incertidumbres entre nuestro presente y eternidad.

Por tanto, mientras que la eternidad y el futuro son cosas que en una línea temporal están por delante, la eternidad en cambio es visible desde el presente; aunque a veces sólo lo sea a través de la fe. Así por ejemplo a la eternidad le concierne la muerte; y al futuro lo que comerás mañana.

Y para este año que comienza, si es cierto que podemos decir que como futuro no sabemos lo que nos deparará, por mucha fe que tengamos; más cierto es, que para los que han depositado su fe en Jesús, podemos decir que pase lo que pase, el perdón y la gracia de Dios siempre estarán ahí.

¡Vive el presente sin olvidar lo eterno y da gracias por el pasado! Porque la vida es una maratón de cambios continuos, no un sprint de cambios fulminantes. Donde cada segundo, pero en especial el presente, es tan bueno como cualquier otro para dar el pistoletazo de salida y empezar a luchar por un nuevo cambio. Porque de partir hoy de este mundo de nada valdrán cuan grandes cambios planeábamos hacer con nuestro Yo futuro. Dios va a juzgar nuestro Yo presente, no el que estamos dispuestos a ser, pero en el futuro.

viernes, 28 de marzo de 2008

Children see, children do

La aseveración del título es del todo cierta hasta extremos insospechados. ¿Por qué decir eso? Jeje, porque nunca se es lo suficiente mayor como para entender del todo, cuánto hay de ti, actitudes, maneras, moral,... que son un fiel reflejo de las acciones que has visto en tus padres, además de tus primeros amigos, tutores y familiares, pero sobre todo, de aquellas personas con las cuales más tiempo compartiste.

Pero antes de seguir leyendo, vean el video.



"Los niños ven, los niños hacen."

Lo extraño de todo esto es que ello no quita que un chiquillo se convierta en todo un "macarra" pese a tener un testimonio ejemplar de sus progenitores, y aún si me apuras de su círculo más cercano como amigos, tutores, familiares,... De acuerdo que esto limita mucho las probabilidades. Pero siendo sincero tampoco las cierra. Ahora, a la inversa, curiosamente, un mal ejemplo desde los principales vínculos afectivos, con toda seguridad, condenan a cualquier muchacho a repetir los mismos errores, e incluso a superarlos.


Lo más alarmante de todo esto es cuando los mayores nos llevamos las manos a la cabeza, y nos preguntamos con todo el descaro y la hipocresía, ¿qué está pasando por la cabeza de los niños, que en los titulares aparecen tantas noticias sobrecogedoras? Como por ejemplo la de estos días pasados, cuando un grupo de adolescentes abusan de un niño de 9 años. Y para colmo la única conclusión a la que llegamos es: ¡qué triste Código Penal el nuestro! Por cuanto no contempla ningún artículo para procesar estos infames e infantiles esperpentos.

No, señores y señoras, pensémoslo bien, ahí no está el error. Es lógico que un Código Penal no recoja ningún elemento para procesar a adolescentes. Básicamente por que un niño de 14 años (por seguir el hilo de la anterior noticia) podría estar pensando muchos tipos de gamberradas y puñetas pero jamás éstas deberían dejar de ser, al fin y al cabo, cosas de niños.

¿Entonces el problema es que los niños dejan de ser niños a cada vez edades más tempranas? ¡NO! Hoy, ayer y siempre se cumplirá la máxima: Children see, children do. Los niños son niños. Por definición un niño es un ser inocente, que no sabe lo quiere, salvo lo que ve. Por lo cual el problema es que los mayores, cada vez antes, empiezan a tratar a los niños como si no fueran tales. Y entonces empezamos a discutir que si el Código Penal está desfasado, que si los niños son invulnerables ante la ley. En definitiva, a perder el tiempo.


La sociedad actual no puede hacerse eco de este proverbio. Al contrario, debería decir: “hijos míos, olvidaos de mi enseñanza y vuestro corazón repudie mis palabras.” Porque el ejemplo que al fin y al cabo estamos dando es nefasto.


Tampoco es que esté a favor de la presente actitud de la legislación con respecto a condenar las acciones físicas de disciplina. ¡Cuidado! hablamos de un cachete. Pero en lo que sí me ratifico es que el Código Penal estaba bien como estaba. ¿Por qué? No, no porque me lo haya leído, sino porque hasta no hace mucho cumplía su función: proteger al menor. Y si ahora dicho privilegio se ha vuelto en nuestra contra, es precisamente porque el tamaño del paraguas de dicha cobertura se ha quedado pequeño. En ese sentido sí apoyo cualquier reforma del Código Penal. Porque ahora, también deberíamos empezar a defenderlo de los malos ejemplos, aun cuando intrínsecamente estos no constituyan un delito. Porque lo que los niños ven, eso hacen, y lo que es más, a lo que hacen no saben ponerle fin. ¿Y es esto malo? No por sí sólo, porque un niño que vea el bien, eso hará, y además jamás le pondrá fin.

En ese sentido seamos como niños, pero actuando como adultos. Examinémoslo todo y retengamos lo bueno, porque de la abundancia del corazón habla la boca, y no es lo que entra en la boca lo que contamina al hombre, sino lo que sale de ésta. Y la lengua es un fuego, un mundo de iniquidad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, la cual contamina todo el cuerpo, es encendida por el infierno e inflama el curso de nuestra vida. Porque todo género de fieras y de aves, de reptiles y de animales marinos, se pueden domar y ha sido domado por el género humano, pero ningún hombre puede domar la lengua; es un mal turbulento y lleno de veneno.

P.D. Si tan sólo lográramos cerrar, o al menos desterrar a horarios de madrugada, los programas de la farándula, shows donde unos insultan a otros. Con sólo eso, me apuesto lo que fuera, que la situación ya empezaba a cambiar. Porque ¡¡¡children see, children do!!!