sábado, 25 de agosto de 2007

1. Respeto: ¿Qué hora tienes?

De ser el respeto un reloj en nuestra muñeca me atrevería a decir que pocos andan en hora, al menos sincronizados. No obstante siempre hay quienes estiman que un reloj en hora es aquel que ronda dos, cinco, ocho o más minutos sobre la hora exacta; a priori el reloj marcha. Pero, en realidad no esta cumpliendo su función.

Asimismo hay multitud de definiciones acerca del respeto, y escribir una sería tan sólo eso. Sería como dar la hora con un desfase, minuto arriba o minuto abajo, que de entrar en nuestro margen de lo que es un "reloj en hora” sabríamos consentir. Pero por más que nos gustase al final no lo podríamos resistir, ya que muchos adelantos o retrasos a la postre producen un cambio horario. Lo que traducido en términos sociológicos significa un distanciamiento entre las personas. Y así como en el planeta hay distintas zonas horarias, en la sociedad hay distintos grupos; y no me vengo a referir a clases económicas o culturales, sino en efecto a credos acerca del respeto.

No hay nada más que ver la sociedad que nos ha tocado dar vida… Nunca antes habían sido tan cortas las distancias entre las personas, ni tan siquiera la diferencia en cuanto a la capacidad de acceder a la cultura o a la información, y aún si me apuras, en cuanto al nivel económico ya que se aprecia una uniformidad a amplios intervalos. Y en cambio, nunca antes hubo una sociedad tan polarizada en cuanto al afecto y al respeto entre unos y otros. Aun dentro de los propios núcleos sociales las personas, pese a rozarse por la calle o cuando entran en el ascensor, se prestan a alejarse a un millón de kilómetros las unas de las otras.

Desde luego que la manecilla no debe marcar bien. Y no me refiero a la grande, puesto que si aún en el seno familiar se está diluyendo el respeto, el desfase debe afectar ya a la que marca las horas. Si es que no ha llegado a influir el calendario.

• ¿Cómo recuperaremos las horas perdidas, si es que no fueron días?

Ni tan siquiera me planteo la posibilidad de que esto sea posible. Menos que sea una de esas cosas que se puedan arreglar con una acertada definición o unas emotivas palabras. Existe una expresión muy viva que dice: “si algo falta, no lo reproches, ¡súplelo!” Supongo que esto es igual, porque lo más importante no es que te respeten, sino que respetes, y en el mejor de los casos quizás por el ejemplo, algo mucho más valioso que unas palabrejas como éstas, alguien aprenda a respetar. Si bien, este debe ser el último fin de nuestros actos, porque quizás jamás nadie valore tu ejemplo y entonces sientas el desaliento y a la postre abandones el buen ejemplo.

• Y qué hay de las afirmaciones… yo respeto si me respetan, les respetaré cuando aprendan a respetar,…

Supongo que estas afirmaciones, aclaro, estas injustas afirmaciones, debe ser uno de esos cambios horarios de los que antes hablábamos y a los que ya tanto nos hemos acostumbrado. Nuestra sociedad presume de ser muy tolerante, pero solo es tolerante con quien la tolera. Porque es fácil amar a los amigos. Pero eso no es lo que nos enseñó Jesús, sino: “Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen.”

• ¿Cómo o quién puede devolver la coherencia a nuestros relojes?

Si tuviéramos que sincronizar todos los relojes del mundo en el acto, cogeríamos de todos sólo uno, para usarlo como referencia. Si además quisiéramos que dieran la hora más exacta posible, nuestra referencia sería aquel con más prestigio, nos referimos a un reloj atómico, puesto que es el que tiene mayor precisión, dado que su mecanismo está basado en la frecuencia de vibración atómica de cierto elemento químico.
Asimismo, para poner en hora el respeto bien es cierto que podíamos tomar alguna filosofía o religión como referencia, algunas bastante dignas, pero si queremos ser exactos, hemos de ser sinceros con nosotros mismos y reconocer que ningún hombre tiene la autoridad moral, ya por la palabra o por sus hechos de establecer qué es el respeto. En cambio la Biblia, que es la Palabra de Dios y Jesucristo quien es el propio Verbo hecho carne, la tienen. Pues precisamente, estarán todos de acuerdo conmigo, que visto como manual de ética y moral es excelente, fuente de inspiración para muchos. Pero yo, particularmente, voy más allá. Además es el único libro, pese a poder resultar utópico para el común de los mortales, que su propio autor ha puesto en obra. Evidentemente hablamos de Jesús, Dios hecho común de los mortales. Quien para cumplir su Palabra, dada por medio de los profetas, se humilló como el más común de los gusanos.

Bueno, existen varios argumentos para sostener que esto último es verdad, pero en este caso sólo nos vamos a referir a uno un tanto inusual. Es en lo que en sociología se conoce como teoría del Doble Vínculo o Doble Constreñimiento. En esencia un doble constreñimiento son dos imperativos de la misma calidad en conflicto, es decir, que se contradicen, y por lo cual ninguno de los dos puede ser ignorado. Lo cual deja al receptor ante una disyuntiva irresoluble, pues el cumplimiento de cualquiera de las dos demandas anula a la otra. Eso es una experiencia de doble vínculo, algo que exige que se resuelva un problema inevitablemente insoluble, algo artificial o ficticio, algo que por simple definición no tiene sentido en el Universo.
Unos ejemplos prácticos serían:
- Nunca me aceptes un consejo.
- Ninguna generalización tiene sentido
- O un aviso que reza: “no lea este aviso.”
- O el simple hecho de que uno asegure que “cuestiona la autoridad de X.” Lo cual le obliga a reconocer la primacía de tal autoridad.

Teniendo en cuenta estos términos entendemos la cita de Eliezer S. Yudkowsky que dice: “Usted no puede escribir un cuento en el que uno de los personajes sea más listo que usted; por definición, si usted supiera lo que ese personaje haría, usted sería tan listo como él.”
Es decir, afirmar que un hombre, y no Dios, inspiró las Escrituras es un doble constreñimiento. Porque en primer lugar no puede cuestionarlo si primero no lo reconoce, y en segundo lugar, estaría afirmando que el hombre ha inventado un personaje, más listo, más poderoso, y lo que plantea la mayor disyuntiva de todas, un ser con una moral infinitamente más elevada que la de todos nosotros juntos. Por tanto si Dios es, es que existe.*

Pero lo que es aún más ilustrativo. El simple hecho de que un hombre anhele un estado superior de paz, o lo que para mi es lo mismo, un estado de felicidad completa. Y persiga este fin por todos los medios puestos a su alcance, su moralidad, y a pesar de todo no pueda ponerla en práctica, aún por muy débil que ésta sea; necesariamente nos habla que alguien superior y ajeno al hombre, pero no necesariamente lejano, ha debido dejar ese anhelo en su corazón, llámese consciencia (Romanos 2:11-16). Porque en caso contrario, en el caso de no haber Dios, los propios designios humanos serían una experiencia de doble constreñimiento. Cosa que ineludiblemente hubiera acabado con la existencia humana, o al menos con lo que nos hace precisamente humanos. Ya que la existencia humana sería un problema inevitablemente insoluble si por sí misma, cada individuo pretende la felicidad en base a su moralidad, léase ley, y a su vez la quebranta con motivo de su propia búsqueda de la felicidad.
Por tanto, o bien reconocemos que la conciencia es obra de la Ley de Dios en los corazones, y por tanto la prueba de que Dios es, o bien somos los más miserables seres de la casualidad sin causalidad, los condenados a la infelicidad.
Como diría C.S. Lewis: “Si tengo un deseo que nada en este mundo puede saciar, deduzco que no fui hecho para este mundo.” Por tanto deduzco que el hombre no puede vivir lejos de Dios. Que su vida incongruente es debido a que intenta saciar con cosas rudimentarias sus ansias de paz. Que no sabe ni entiende, y por eso no halla la felicidad. Porque la felicidad es Cristo, porque fuimos hecho para vivir cerca de Él. Continúa.

* Tengamos en cuenta que el Dios que describe las Sagradas Escrituras es único. Claro está que para empezar habría que leerlas, pero rápidamente nos daríamos cuenta que en nada tiene que ver con los dioses del olimpo (u otros politeístas), ni aún con el que nos habla el Islam, aun cuando Mahoma afirmaría haber oído la misma voz que oyeran los profetas del Antiguo Testamento y el propio Jesús, solo que no reconocería que Éste era el propio Dios hecho hombre. Cosa sin ecuánime en todos los tiempos, inimaginable por la mente humana, que un Dios se hiciera hombre.

martes, 7 de agosto de 2007

nueva lista BOX Clásica


Me ha costado, pero por fin tengo terminada la lista de música clásica. No son todas las que son, pero tampoco son todas las que antes desconocí.
El caso es que es tremendamente difícil buscar los himnos porque, primero uno está pegado en el tema y conoce de oídas, pero no de títulos. Y luego si conoce los títulos, los conoce en español, como por ejemplo el Vuelo de las Walkirias. Pero hay que buscarlo en el idioma original, en este caso alemán, lo cual lo hace más difícil. En fin, se han quedado unas pocas en el tintero, y he hecho alguna trampa para completar la lista, es decir que no son de mi devoción.
Pero lo importante es que ya la he acabado y la podré pinchar mientras estudio, o para coger el sueño y pegarme una siesta. Bueno, espero que me sirva más para lo primero, o nos sirva si es que estás en las mismas que yo, con miras a septiembre.