sábado, 1 de diciembre de 2007

Diálogos que dan sentido

Benjamin Magay: El corazón me dice que las personas son buenas por naturaleza, mi experiencia lo contrario. ¿Qué opina usted? Señor Archer. En su carrera como periodista, ¿cree que las personas son por naturaleza buenas?
Sr. Archer: No. Diría que sólo son personas.
Benjamin Magay
: ¡Exacto! Sólo nuestros actos nos hacen buenos o malos. Mmmn… un momento de amor, incluso en una mala persona, puede dar sentido a una vida. ¿Quién sabe qué camino nos llevará hasta Dios?
En las películas como en la vida existen dos tipos de diálogo. Uno, los creados para rellenar metraje y dos, los que quieren transmitir mensaje. La realidad es que si algún cineasta pretendiera llenar toda su cinta con mensajes, ésta no llegaría ni a proyecto de bola de papel en la basura del más altruista de los productores. Y de llegar a algo, ya no sería película, del mismo modo que la vida ya no sería vida. Pero tal vez un único mensaje de sentido a todo un metraje. Lo que quiero decir con esto es que una decisión, una palabra escogida, o una frase meditada pueden dar sentido a toda una vida, o al menos a un sólo día.

Diamantes de sangre, es la prueba de que por ahora ésta afirmación se cumple en el cine. Ya veremos si en la vida. Pero en el film lo realmente importante no es la historia. De hecho las letras del final tan sólo nos confirman lo que todos ya sabíamos cuando nos dispusimos a ver la película. En efecto se trata de una ficción basada en hechos reales, y por tanto en cosas ya pasadas. Y ya no hay forma de cerrar las cicatrices y heridas que dejó aquella guerra. Ahora lo realmente importante es no cuanto mal haya pasado, ni cuánto mal hayamos permitido e incluso alentado, como sucede con nuestro protagonista el Sr. Archer. Sino que en el hoy y en el ahora, un solo diálogo, como en el que se sucede al final de la película, puede impedir que vuelva a suceder, puede dar sentido a todo una vida. Independientemente del odio y la malicia que hayamos arrastrado a lo largo de toda nuestra vida.

Si esto no fuera así en la vida real, no habría esperanza para los niños soldados, no existirían las cárceles, porque no creeríamos en la reinserción social y tan siquiera existirían los exámenes en segunda convocatoria, tercera, y aún menos la extraordinaria de febrero. El pasado está ahí, de hecho probablemente el pasado nos perseguirá durante largo tiempo, y en algunos casos, los más duros, toda la vida. Pero el pasado es historia pasada contra la cual no podemos hacer nada, salvo la decisión de que no vuelva a repetirse. Eso no nos convierte en buenas personas, pero tampoco nos quita de ser malas personas. Sólo somos personas. Humanos. Es decir, criaturas moralmente libres pero esclavas de la avaricia y el orgullo; del pecado.

Dios es tajante a este respecto: “no hay justo ni aún uno” y “el que incumple uno sólo de los mandamientos transgresor se hace de toda la ley.” Por lo tanto, sólo hay una condición para el hombre, la de caído. Y ni tan siquiera dentro de ésta definición existen rangos, todos somos culpables.

No obstante un momento de amor dio sentido a toda una vida. ¡Pero qué digo a una vida! A muchas vidas. Ese momento fue el sacrificio de Jesús en la cruz. El Justo por los injustos. El Dios de dioses por las criaturas. 33 años de vida que tal y como nos ha llegado a nosotros son 30 años llenos de diálogo mudo y 3 años de dialogo con un mensaje comprimido en cuatro evangelios. Y aun de no haberse sucedido su dialogo final allá en la cruz, ninguno de aquellos años hubiera tenido sentido. Nos referimos al dialogo entre el Padre y el Hijo, aquel que concluyó con el grito de victoria: ¡Consumado es!

De no ser así sólo habría personas zarandeadas de arriba abajo, del bien al mal sin distinguir el camino que nos conduciría a Dios. Mas ahora por el Hijo, el Enmanuel que traducido es Dios con nosotros, tenemos dicho camino a través del cual hemos sido reconciliados con el Padre. Por tanto no hay personas buenas o malas, hay personas perdonadas o no. Y el perdón o la salvación ya no es cuestión de un acto de bondad que contrarreste nuestros errores, sino de un paso de fe en el infinito momento de amor de Jesús.

martes, 27 de noviembre de 2007

Emilio Calatayud, juez de menores

Ya me habían hablado de la disertación de este hombre sobre la situación actual de la juventud, pero aún no había dado con ella hasta que una amiga tuvo la genial idea de hacer un envío masivo (gracias) y la verdad, me ha parecido muy coherente. De hecho me sorprendió, o se quedaron corto con la descripción o fui muy ingenuo. El caso es que ahora la he escuchado y me ha gustado. Tanto, que ya que soy muy vago para usar el correo para hacer estas cosas, al menos, quería colgarlo si con eso también ayudaba a difundirlo.

Primera parte

Segunda parte

Bueno, en lo que a mí respecta estoy totalmente de acuerdo con las palabras de este hombre. Así que destacar algo en concreto sería, en mi caso, hacer una transcripción de la charla (lo cual no sería una mala idea). No obstante, al final de la exposición (2ª parte del video, 8'40''), hay una breve reflexión muy interesante en la cual tal vez radique la clave, o al menos una de ellas.

Ahí está hablando de que la sociedad española tiene un complejo de joven democracia. Pero yo creo que no es sólo eso, de hecho este problema que vivimos en España se está sucediendo de una u otra forma en otras naciones que en cambio tienen mucho más bagaje democrático. Por tanto el problema ha de ser mucho más profundp.

Puede que nos de miedo decir hasta aquí, por si nos distinguen con los tiempos pasados; dice Emilio Calatayud haciendo referencia al franquismo. Bien, puede que ésta sea una buena ilustración, pero como he dicho creo que esto va mucho más allá. No sé qué opinaréis. En mi modesta opinión, en realidad todo lo que implique oponerse a la cosmovisión postmoderna de la vida nos da miedo. Hay miedo a romper el molde que impone la sociedad. En realidad, a todos nos da miedo reconocer nuestros propios errores, ¿miedo a avergonzarnos o miedo a ser confrontados? En cualquier caso, la experiencia nos dicta que es más coherente una praxis basada en los principios bíblicos, que una carente de principios porque piensen que no hay más dios que el hombre. No seamos ingenuos, no existen muchos caminos, sólo uno: aquel que obra la justicia y la verdad. Pero hasta aquí la cosmovisión actual sólo pretende difuminar estos valores, trivializarlos y relativizarlos. En tanto así sea, en tanto no haya coraje para decir un No contundente como expresa este juez de menores, ésta sociedad no alberga mucha esperanza para su futuro inmediato.

sábado, 10 de noviembre de 2007

2. Respeto: ¿Composición?

La Escritura versus corazón humano.

Dice uno de los versículos más clarividentes acerca del amor que jamás se hayan escrito: “Porque en el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor.” 1ª de Juan 4:18. En cambio ¿qué es lo que provoca la ausencia de respeto? ¿Miedo, desconfianza, temor,…? Eso parece. ¿Y cuál es la reacción humana más fácil para contrarrestar y combatir éstas sensaciones? El odio, porque infunde miedo, y en estos pobres términos se convierte en el sucedáneo perfecto del respeto. Porque es verdad, que entre viles mortales, el miedo infunda respeto; ahora, en cuanto entre los mortales existe amor, éste se ve gratificado con respeto y todo cuanto pudiera haber de viles en nosotros, pareciera esconderse tras un bello velo; el velo del amor, aquel que cubre multitud de faltas. Y este velo, se sostiene en función de nuestra percepción del respeto. Por tanto, el respeto y el amor están profundamente ligados.

La clave

Pero la clave del respeto no sólo sería el amor a secas. Dice el segundo mandamiento, y para mí la mejor definición posible al respecto: “Ama a tu prójimo como a ti mismo.” Pero… ¿por qué dice “como a ti mismo”? He aquí el quid de la cuestión. Sin ésta coletilla el mandamiento no albergaría el sentido de la palabra respeto y su interpretación sería incierta, demasiado ambigua como para plantear un desafío. Porque el concepto del amor es demasiado abstracto como para no ser especificado.

No es casualidad que la raíz latina de la palabra respeto sea respectus (y de ahí nuestro vocablo respecto), cuyo significado, según el DRAE, es: razón, relación o proporción de algo a otra cosa. Para el caso: este algo sería la acción de amar a un tercero en relación o proporción a uno mismo. Tal y cómo nos exhorta el segundo gran mandamiento de la Ley que hemos leído, amar en consideración a uno mismo.

Ahora, en nombre del amor confiesan, toda clase de personas, haber cometido actos con los que nos rechinarían los oídos con sólo oírlos. Y… ¿acaso podemos dudar que no lo hicieron por amor? Seguro. Seguro que sería por amor. Prácticamente el amor es la casus belli (motivo de guerra) de todas las acciones humanas. Pero puede llegar a ser tan subjetivo como abstracto. Porque lo que para unos puede ser la mayor expresión de amor, para otros puede ser el acto más atroz que jamás se pudiera imaginar. Pero si es así, es porque amar no implica respetar, porque hay muchos fines para el amor. En cambio, el respeto si implica amar y de hecho restringe todos los posibles fines a uno sólo: mediante mi amor alcanzo para ti lo que querría para mí.

En estos términos el respeto se convierte en la manifestación racional del amor. Es decir, en el caso de que entendamos el amor como la mayor expresión de la "Libertad". Y por el contrario dejemos a un lado las implicaciones emocionales, e incluso químicas tan comúnmente ligadas a este significante. Por culpa de las cuales hoy resulta tan fácil hablar de amor, y a su vez tan abstracto. Por cuanto las emociones o las reacciones químicas siempre son efímeras a la vez que difícilmente descriptivas.

Bastaría decir que amar mucho o amar poco carece de sentido. Y que oír expresiones del tipo: -Te quiero, -Te amo, fuera de su contexto no dicen nada, salvo toda la imaginación que le queramos echar. Porque como reza el viejo proverbio castellano: Obras son amores, y no buenas razones. Es decir, que así como el movimiento se demuestra andando, el respeto como el amor se manifiesta con acciones, y no sólo con buenas intenciones. Quizás no sea muy ortodoxa, pero como ilustración tal vez valga la pena, el caso en que un padre o una madre le preguntan a su pequeño que apenas ha aprendido hablar: -¿Me quieres? ¿Cuánto me quieres? Y el pequeño asiente y extiende sus brazos todo lo que puede, o señala con su dedo índice al cielo expresando su magnitud; porque por su indefensión no puede valorarlo y expresarlo de otro modo.

Desviaciones razonables

Cuando hablamos que el respeto es la manifestación racional del amor, nos referimos con racional a sus sinónimos: justo, equitativo y legítimo. Con racional no queremos decir intelectual, mental ni tan siquiera espiritual, ni del corazón. Antes bien, sería de ingenuos creer que el uso de la razón nos salvará algún día de nuestros pecados, al contrario, ésta emitirá juicios de valor personales que nos desviarán. Como quien dice, serán desviaciones razonables. Porque una de dos, o bien nos alineamos con nuestro prójimo o nos alienamos de éste; según sean nuestros intereses. Algo, ahora sí, que está en perfecto acuerdo con la razón humana.

Entonces una de dos; o lo sobrevaloramos y lo amamos más que a nosotros mismos, otorgándole el lugar que sólo puede ocupar Dios, convirtiéndolo en un ídolo. Y puesto que nada ni nadie puede adquirir más valor en tanto se centre en si mismo o en un semejante; tan solo lo convertiríamos en un superior en detrimento de nuestra persona. Véase, determinados casos en que las esposas son incapaces de alzar la voz contra sus maridos que abusan de ellas, jovencitas bulímicas o/y que idolatran a sus "stars",... O por el contrario, lo discriminamos, considerándolo inferior a nosotros y amándolo menos que a uno mismo, convirtiéndose uno mismo en… ¿un dios? Sí, en efecto. Eso sucede en cuanto ocupamos el trono de nuestro corazón; nosotros mismos ordenamos las normas, decimos que está bien o que esta mal y nos levantamos con potestad de juzgar y otorgar cargas pesadas que ni con un dedo nos prestamos a empujar. Véase, los que maltratan a sus esposas, hijos,... los que abusan en la escuela, en el trabajo; en fin, en la vida,... he aquí la sin razón de los holocaustos étnicos.

Nuestras limitaciones

Si bien para ir acabando, no seremos tan crudos con los ejemplos, pero no por herir sensibilidades, que seguro cosas peores hemos visto y oído, sino que ya que con ellos, probablemente, no nos sintamos identificados con eso tampoco nos sentiremos mejor que nadie. Ahora, de citar cosas más pequeñas y a veces tan cotidianas que ya igual, por desgracia, hasta pasan inadvertidas por nuestros ojos, seguro, que ni uno sólo saldría aprobado. –Yo sin duda. Y como no soy quien para citar tal o cual cosa porque yo mismo pudiera estar fallando, lo mejor será que cada cual analizase sus actos y se confronte ante el espejo que revela los pensamientos más íntimos del alma, la Palabra de Dios.

Seamos sinceros y que cada cual constate que aquel que está dispuesto amar de verdad o en términos menos “románticos”, a respetar verazmente, está dispuesto a actuar bajo su responsabilidad y habiendo calculado el costo, afrontar todas las consecuencias, aunque éstas sean adversas y no corran en su propio bien; esto es, sin miedos, sin egoísmos. El amor, y repito, léase también respeto, no es pasivo, sino activo y aunque no siempre proporciona dividendos positivos, al menos eso sí, no remite a engaño. Porque el verdadero amor no exige ser amado, porque el tal es sufrido, de otro modo no sería amor, sino deseo. En otras palabras, el amor en su concepto más sublime jamás esperará recibir retribución.

Dicho esto, creo que no hay nada más que añadir. Porque, como quien habrá adivinado, el concepto divino del amor, tal y como la Escritura lo define, es demasiado excelso para el corto de miras corazón humano. Pero he ahí el segundo quid de la cuestión, que Dios mediante desarrollaremos más adelante. Que el genuino amor no nace del corazón humano. Antes bien, del corazón nacen los malos deseos, como ira, odio, contienda,… que quien en si los reconozca, al menos ha dado el primer paso para emprender el camino. Porque en efecto el verdadero AMOR no es una virtud, tan siquiera un sentimiento, sino un camino que hay que encontrar para emprender. Un Camino que hayamos en la Palabra de Dios, un camino sin peajes. ¿Estrecho? Sí, pero al fin y al cabo, firme y seguro. En definitiva, el camino más excelente. Continuará

jueves, 11 de octubre de 2007

Trascendencia en la pequeña pantalla

Estás cruzando un desierto y la sed te invade y te domina. Si sigues andando, ya no es porque quieras salir de ese paraje, es porque quieres encontrar agua. Andas y andas y cada vez la necesidad se vuelve más apremiante, pero sólo hallas espejismos de ilusión y cactus llenos de espinas. Entonces, coges una piedra y con tus últimas fuerzas la estampas contra el verde cactus que derrama el agua amarga que bebes...

Es cuánto menos curioso que las series del momento sean: Héroes, Lost (Perdidos), Kyle XY, Los 4400, House, Me llamo Earl, Battlestar Galáctica, Stargate y alguna más que seguro se me escapa. El caso es éste: que teniendo todas las papeletas para convertirnos en la generación más intrascendente que ha parido madre, y no por falta de logros sino por nuestra anémica forma de pensar, resulte, en cambio, que la pequeña pantalla se esté llenando de historias cargadas de los argumentos y pensamientos que tradicionalmente se han vinculado a la filosofía y la religión.

¿Qué fuerza o ser sobrenatural rige el destino de los supervivientes de un accidente aéreo en una isla perdida del pacífico? ¿Por qué todos los enfermos mienten cuando se juegan la vida en ello? ¿Los incidentes que nos acaecen son sólo anécdotas de la casualidad o tienen que ver con el propósito eterno de Dios? ¿Es verdad que si hacemos cosas buenas, nos pasan también cosas buenas? ¿Cuál es el destino de la humanidad? ¿Debemos ser honestos cuando nos preguntan, aun cuando sabemos que no es la verdad lo que quieren oír? ¿Existe tal cosa como el destino? ¿Y qué es el destino? [...] Son sólo algunas de las preguntas que directa o indirectamente nos plantean las series del momento. Evidentemente las preguntas no dejan de estar basadas en historias fantásticas, pero... ¿acaso éstas historias no están construidas con los pensamientos de nuestra realidad?

Los precedentes, en el 7ºArte trascendente

Bueno, evidentemente esto no es algo nuevo. De hecho, parto de la base de que toda expresión humana del arte es trascendente; incluso la abstracta, porque tiene la pretensión de pasar a la posteridad, además de sugerir significado más allá de su significante. El corazón del hombre latirá un número determinado de veces, pero su espíritu vivirá eternamente. En otras palabras: Dios lo hizo todo hermoso en su tiempo y puso eternidad en el corazón del hombre.

No sé quien abriría la brecha, siempre hay una primera vez para todo, pero estoy seguro que películas como 2001 Odisea en el espacio en 1968, o La Guerra de las Galaxias en 1977, marcarían un antes y un después. Yo me inclino más por ésta última, por aquello de ser totalmente original y no una adaptación para el cine como la anterior, por eso y porque Star Wars no tiene ninguna base ni pretensión científica, por pequeña que ésta fuera. En cambio está cargada de cuestiones morales, como la lucha entre el bien y el mal; o cuestiones metafísicas, como la existencia de un destino, la revelación de profecías y la vida más allá de la muerte, entre otras.

Sin duda Star Wars se ha convertido en el mayor exponente de trascendencia en el 7ºArte. Y la prueba de ello es la comunidad religiosa que ha surgido entorno a la doctrina jedi, enmarcada en los episodios de la saga y en lo que se denomina el universo expandido: dibujos animados, libros, comics, todo lo que teniendo que ver con la película tiene el sello Lucas Arts. Tal vez a la mayoría esto nos suene a chiste, pero no se trata de ninguna broma, en Gran Bretaña en el año 2001, el jedismo ya era la cuarta religión, por delante del judaísmo.

De la gran pantalla a la pequeña pantalla.

Probablemente los títulos que más nos sonarán serán Héroes y Lost, pero sin duda no han sido los primeros. Como con el cine tampoco sé por dónde empezó ésta fiebre, tampoco me importa mucho, pero sé que por allá en 1978 se estrenaba una serie llamada Galáctica, Estrella de Combate que por la razón que fuera, aunque intuyo el porqué, tan sólo duró dos temporadas y al menos una malograda película. En cambio en el 2003 salía un remake de ésta serie, con el título Battlestar Galáctica, que ya va camino de su cuarta temporada. ¿Casualidad? Tal vez, pero el argumento es el mismo. Por cierto, para quien haya visto Los Diez Mandamientos de Charlton Heston, o mejor, haya leído el libro del Éxodo, la historia le resultará tremendamente familiar.

Si bien, en honor a la verdad, muchos años antes, en 1966, se emitía por vez primera una serie llamada Star Trek, que desde entonces no ha parado... o como saludaría un vulcano, ha tenido una Larga y prospera vida, jeje qué friki. Pero quizás no sea el prototipo de serial trascendente, porque al contrario que el resto, aquí el protagonista, la raza humana, sólo son virtudes. Por descontado que es una serie que peca de seudo-científica, por aquello de que pretenda explicar en términos científicos lo que se ignora; pero es cuánto menos curioso que se dibuje la visión utópica de un planeta tierra en donde el mal ya no existe más, y en cambio, para esto, no halle ningún tipo de explicación.

Básicamente de la noche a la mañana la humanidad, tras su primer contacto con una raza alienígena, los vulcanos, pasamos de pelearnos entre nosotros mismos a explorar el Universo e ir solventando los problemas del resto de razas que pueblan el Cosmos. Lo cual es realmente ilustrativo, porque por una parte en esos alienígenas la serie proyecta nuestros pecados y por otra parte, comprobamos que en el fondo, estamos esperando que por arte de magia, algo o alguien venga de las estrellas y de repente seamos transformados en las fantásticas criaturas que no somos. No sé, pero viendo este tipo de series, con sólo pensarlo un poco, es dificil no creer que somos criaturas pecadoras y que necesitamos ser salvados, principalmente de nosotros mismos.

La pequeña cartelera.

Tenemos muchas series, ya las citamos al principio, pero ésta es la que más me ha gustado, y como ya ha acabado, valga esto como homenaje, jeje.

A falta de emitirse la última temporada de
Stargate SG-1 (ver aquí: fan site) en España, en los Estados Unidos ya se ha despedido la que, a mi juicio, es posiblemente la serie que mejor ha sabido mezclar el humor, la fantasía y la ciencia ficción. La trama, en resumidas cuentas, va de un grupo de operaciones especiales, que viaja por las estrellas a través de puertas intergalácticas, que crean artificialmente momentáneos agujeros de gusano que permiten teletransportar a aquellos que la atraviesen en cuestion de segundos. En estos planetas se enfrentan a multitud de peligros, pero el mayor de todos es una raza alienígena usurpadora de cuerpos, conocida como los Goa'ul, que se hacen pasar por dioses y cuyo único fin es someter a toda la Galaxia.

Cuenta la historia que hubo un tiempo en que los humanos también estuvieron bajo su yugo. Aquellos Goa'ul tomaron el control de los cuerpos de viejos emperadores y reyes, como los faraones. Pero una rebelión logró expulsarlos del planeta, y para evitar que volvieran, los egipcios enterraron el Stargate o Chapajai. La misma puerta intergaláctica que unos arqueólogos en el S.XX encontraría en unas excavaciones. La misma por la que ahora las Fuerzas Aéreas de los EE.UU. enviaban a estas fuerzas especiales con objeto de adquirir nueva tecnología y así luchar contra los falsos dioses, lo Goa'ul.

Es interesante como la serie usa la mitología griega, celta, babilónica, egipcia,... para dar un toque de verisimilitud a la historia. También es verdad que se toman muchas licencias. Pero lo curioso de todo ello es que dentro del fantástico mundo de Stargate, no saben donde incluir la religión judeocristiana y todos sus derivados. Estoy casi seguro que es por una cuestión de respeto. Pero no deja de llamarnos la atención que a la vez que se cuenta la historia de la lucha contra los falsos dioses, entre los personajes, a menudo surjan conversaciones sobre la fe. Que a pesar de tanta mentira y engaño en torno a la religión, exista aún el anhelo de conocer y ser conocido por el Creador. Como diría A. N. Wilson (según cita de John Stott) - Aunque descarto cualquier lealtad religiosa formal, que desprecio como esa combinación moribunda de superstición y engaño, con todo reconozco que hallo fuertes impulsos religiosos dentro de mí y sentimientos de humildad indescriptible ante el misterio de las cosas.1 Bastaría decir, que en la última escena de la serie, el the end, se ve al grupo de operaciones dirigirse hacia la puerta a enfrentarse contra los falsos dioses, mientras el general de la base les dice: id con Dios.

¿Qué es trascendencia?

Según John Sott: "Hasta hace relativamente poco tiempo, la palabra "trascendencia" ha sido una palabra un tanto pedante, poco usada, mal entendida y, en general, restringida a las instituciones de formación teológica, que distinguen entre trascendencia (que significa: Dios por encima de nosotros) e inmanencia (que significa: Dios con y en medio de nosotros). Sin embargo, hoy en día, principalmente debido a la moda de la meditación trascendental, todo el mundo tiene alguna idea de lo que significa trascendencia. La búsqueda de trascendencia es la búsqueda de una realidad que está por encima y más allá del orden material. Nace de la convicción de que la realidad no se puede confinar a un tubo de ensayo o a un cristal que examinamos bajo el microscopio. Tiene que haber algo más, algo impresionante, que ningún instrumento científico es capaz de captar o medir."1

La casualidad que el episodio 10x6 de Stargate, que veía la pasada noche, cerraba con la siguiente cita: "La ciencia ficción es una metáfora existencial que nos permite contar historias sobre la condición humana. Isaac Asimov dijo una vez: - Las historias de ciencia ficción individualmente podrían parecer triviales a los pensadores y filósofos de hoy en día. Pero el núcleo de la ciencia ficción es el único camino a la salvación, si es que vamos a salvarnos después de todo."

Quién sabe, pero a lo mejor resulta que Isaac Asimov no iba del todo mal encaminado, con aquello de que el núcleo de la ciencia ficción es el único camino a la salvación. Sí, puede, porque tal vez el núcleo de la ciencia ficción sea una manifestación más de la sempiterna sed de trascendencia del ser humano; de la sed de Dios. Y en ese sentido sólo Dios puede saciar nuestra sed, porque nuestra necesidad al fin y al cabo es Él mismo. No se trata de encontrar un sorbo de agua más, aunque sea amarga, que nos permita caminar hasta la próxima oportunidad de tomar otro trago, con la única esperanza de que ésta vez no sea amarga. Nuestra necesidad es salir del desierto en el que vivimos, hallar las respuestas a las preguntas que el ser humano siempre se ha hecho y siempre se hará.

"Tomás le dijo: Señor no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino? Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida nadie viene al Padre, sino por mí. Si me conocieseis, también a mi Padre conocerías; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto."

1 pag 86-87. Porque soy cristiano de John Stott.
Editorial Andamio - ISBN 84-96551-20-2

jueves, 13 de septiembre de 2007

Crónicas del Siglo XX: La guerra de los seis días

También conocida entre el pueblo árabe como la guerra de junio, éste acontecimiento marcó un antes y un después en Oriente Medio.

La década de los 60 fue sin lugar a dudas una de las épocas que más ha influido en el curso de la historia moderna. Si se me permite decirlo así, la década de los 60 fue el cierre de exclamación al grito de incertidumbre acerca del futuro que se abría en los años 40 con motivo de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Ésta catapultó al púlpito a dos grandes superpotencias, la URSS y los EE.UU., y sólo había una batuta. Sin embargo, por paradójico que nos parezca, sería el nacimiento de una insignificante nación, la que a su vez marcaría el paso a estas dos superpotencias, hablamos del estado de Israel, fundado allá por el año 1948.

Se pueden contar más de una decena de importantísimos acontecimientos acaecidos en ésta década de los 60. Entre ellos la desocupación de las últimas colonias europeas; el fin de la carrera espacial, la fundación de la bases sobre las que se construiría la Comunidad Económica Europea, actual Unión Europea; o el estallido de la guerra de Vietnam. O simplemente personajes de la envergadura del Che Guevara, John Fitzgerald Kennedy o Martin Luther King, entre otros. O más triviales, en el mundo de la música, pero que han dejado también su huella, tales como Elvis Presley, los Beatles, o los Rolling Stones. Y por si esto fuera poco, en ésta década, la humanidad estuvo al borde al menos en dos ocasiones de una tercera Guerra Mundial. Una de ellas con holocausto nuclear incluido pendiente de un hilo; de un hilo telefónico, el que se creo entre Washington y Moscú, el llamado teléfono rojo, durante la Crisis de los Misiles de Cuba.

No obstante, hubo otro acontecimiento de igual o mayor relevancia. A modo de simil: “Los demás hechos… ¿no están escritos en el libro de las Crónicas de los reyes de Judá?”*

Hablamos de la tercera guerra árabe-judía, en los primero días de junio de 1967. Éste año se cumplía su cuadragésimo aniversario. Con ese motivo, algunas publicaciones internacionales publicaban extensos reportajes, como la BBC. Y de manera casi casual llegaba a mis manos gracias a un coleccionable, de estos que tanto vemos en los kioscos, el libro de Michael B. Oren, titulado La Guerra de los Seis Días. Huelga decir que los medios informativos españoles, haciendo gala de su antisemitismo, apenas, si es que nada, se hicieron eco de la noticia.

Pero qué hizo de la Guerra de los Seis Días un acontecimiento tan relevante para la historia. Para eso hay que conocer los antecedentes…

Por el año 1967 Israel era un estado muy joven, recordemos que fue fundado en el 1948, casi como objeto de compensación por el holocausto judío. No obstante, al contrario de lo que muchos piensan, antes de ésta fecha ya había judíos conviviendo en Palestina bajo la autoridad colonial británica. Digo conviviendo, porque en efecto coexistían con los ascendientes de los actuales palestinos.

La idea de un estado judío empezaba a cobrar forma sobre mediados del siglo XIX, bajo el movimiento denominado como sionismo. Sion es el monte sobre el cual se halla asentada la ciudad de Jerusalén. En verdad, el sionismo tan sólo era una forma de revivir los sentimientos del Salmo 137; escrito muchos siglos antes, en el periodo del destierro babilónico.

Junto a los ríos de Babilonia,
nos sentábamos y llorábamos,
al acordarnos de Sion.

Antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial, los judíos asentados en Palestina, en palabras del propio Michael B. Oren, eran ya una nación de hecho, un estado incipiente. Con instituciones tanto sociales, económicas y educativas que superaron en poco tiempo a las facilitadas por la metrópolis.

Pero en ojos de los palestinos, quienes llevaban ya siglos habitando ésta tierra, éste vertiginoso desarrollo de la Yishuv, o comunidad judía en Palestina, sólo les parecía otra agresión más del imperialismo occidental. A pesar de qué esta comunidad tenía las mismas ambiciones que los propios palestinos, la independencia del dominio colonial, y pese a que los judíos hasta entonces habían sido tolerados por el Islam durante mucho tiempo, los palestinos no hacían distinción entre estos y los británicos. No se concebía un estado extranjero en el propio corazón del mundo árabe. Según Oren eso sólo lo veían como otra odiosa forma de colonialismo.

Hasta que en 1936, tres grandes oleadas de emigración judía culminó con la revuelta árabe contra los británicos y los propios judíos. Su duración fue de tres años y terminó con el exilio de muchos de los líderes árabes de Palestina y el debilitamiento de su economía. En cambio, la Yishuv, crecía con fuerza.

Pero no todo quedó en aguas de borrajas. Los británicos que hasta ahora habían jugado a dos bandas, haciendo sendas promesas de independencia a judíos y palestinos, temerosos de que se radicalizase la posición musulmana y se extendiese al resto de las colonias árabes, anularon bajo decreto la “Declaración Balfour,” la promesa de un futuro estado judío. Si bien, ya era tarde. Como quien dice, parecía que todo estaba predestinado. La causa palestina cobró simpatía entre el resto de naciones árabes, los propios palestinos habían optado por una postura radical, según Oren, Hajj Amin al-Husayni, quien se autoproclamó representante de los árabes en Palestina, ligó su suerte a la de Hitler: aniquilar la “raza judía.” Pero si durante el periodo de 1939-1945 parecía que el sionismo había sido neutralizado, con el fin de la Segunda Guerra Mundial el sionismo resurgió con ansias de venganza. El holocausto se había cobrado la vida de entre cinco y seis millones de judíos; y en buena parte por culpa del decreto “White Paper” que años atrás había anulado la “Declaración Balfour.”

Con el apoyo del presidente de EE.UU. Harry Truman y el enconado esfuerzo del sionismo, en 1947 Gran Bretaña renunció a su capacidad resolutiva sobre Palestina, pasándole el testigo a unas jovencísimas Naciones Unidas, cuya Asamblea General resolvió la creación de dos estados en Palestina, uno árabe y otro judío. A lo cual se opusieron los propios palestinos. Concurriendo, el día siguiente a la resolución, en un ataque contra diversos asentamientos judíos. Estos aun tardarían unos meses en pasar a la ofensiva, pero una vez iniciaron la operación ésta resultó todo un éxito, logrando salvar todos los asentamientos. La reacción palestina fue de terror, asustados por las posibles represalias, cientos de miles de palestinos huyeron en espera de que el resto de las fuerzas árabes de las naciones vecinas intervinieran y expulsaran a los llamados “usurpadores” judíos.

Así en mayo de 1948 las naciones árabes se lanzaron al ataque en lo que ellos mismos denominaron “una acción policial.” Pero para el otoño de 1948 las recientemente creadas Fuerzas de Defensa de Israel (IDF), conocidas como Tsahal, habían conseguido detener en la frontera a las fuerzas invasoras, e incluso hacer retroceder a Egipto. De modo que a principios de 1949 El Cairo solicitó el Armisticio. La Guerra de la Independencia, como la habían llamado los israelíes supuso toda una victoria.

Si bien ésta sólo logró alojar más resentimiento en el corazón de Ismael, hacia su hermano Isaac**. Esto se tradujo a lo largo de toda la siguiente década en continuas incursiones sobre Eretz Israel por grupos apoyados por Egipto y las represalias de la IDF a estos ataques. Egipto también dio lugar al incumplimiento reiterado del armisticio, llegando a su punto álgido en el bloqueo de los estrechos de Tirán, una pequeña embocadura, al sur de la península del Sinaí y que es para Israel, lo que para Occidente es el Canal de Suez. Canal que en estos años el propio Egipto nacionalizó.

También fue en ésta década, cuando la URRS dejó su tradicional postura pro-israelí a favor de las naciones árabes. En palabras de Oren la URSS ya no podía sacar nada más del sionismo, pues el Imperio Británico estaba en vías de desaparición, Israel era un modelo de estado capitalista y además la alineación de las naciones árabes a la causa comunista permitiría amenazar el suministro de petróleo a Occidente.

Estas circunstancias llevaron a los estados israelíes, británicos y franceses a una alianza militar contra Egipto con el fin de liberar tanto el Canal de Suez, como poner fin al bloqueo de los estrechos de Tirán. Si bien la comunidad internacional, quien no consideraba una agresión la nacionalización del Canal, condenó la acción de británicos y franceses; mientras que, consternada por los ataques terroristas y el bloqueo de los estrechos de Tirán, defendió la legitimidad de la acción israelí.

Así, el último capítulo del colonialismo europeo en Oriente Próximo llegaba a su fin, y en su lugar mediaba la Asamblea General de las Naciones Unidas. Que finalmente alcanzaba una solución consensuada por ambas partes, que consistiría en desplegar una fuerza de pacificación, denominada UNEF, en la propia península del Sinaí; bajo el siguiente prerrequisito: Egipto podría volver a prescindir de ésta fuerza sólo después de que la Asamblea General diese el visto bueno. Por otro lado Israel podría responder en defensa propia de acuerdo al artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas si los estrechos de Tirán volvían a ser bloqueados.

Así pues, el resultado fue igualmente favorable para ambos bandos. Nasser, el lider egipcio, se jactaba de haber vencido al colonialismo europeo. E Israel, si bien no había alcanzado el reconocimiento del pueblo árabe y había perdido el apoyo de la URSS, sí había logrado el respeto del resto del mundo. Y pese al fracaso de la paz, al menos habían logrado 10 años de relativa calma. En palabras del autor de La Guerra de los Seis Días: “una sólida década de desarrollo.”


Corría octubre del año 1956 y en efecto, pasaría una década hasta la próxima guerra árabe-judía: La Guerra de los Seis días. Continuará.

* Expresión extraída del libro de los Reyes, onceavo y decimosegundo del Antiguo Testamento, que hace referencia a los otros dos libros históricos que al igual que estos narran principalmente la historia de Israel durante las dinastías davídicas.
** Isaac e Ismael son los dos hijos que le nacieron al patriarca Abraham, cada uno de distinta madre. De acuerdo con las Escrituras, Isaac hijo de Sarai, esposa de Abraham, e Ismael, hijo de Agar, sierva de Sarai. No obstante, los ismaelitas, el pueblo árabe, niega ésta versión, e incluso afirman que no fue Isaac a quien Dios pidió a Abraham que sacrificase sobre el monte Moriah, en Sión, sino a Ismael.